En una de esas tardes
Carlos Pellicer
En una de esas tardes sin más pintura que la de mis ojos, te desnudé y el viaje de mis manos y mis labios llenó todo tu cuerpo de rocío. Aquel mundo amanecido por la tarde, con tantos episodios sin historias, fue silenciosamente abanderado y seguido por pueblos de ansiedades. Entre tu ombligo y sus alrededores sonreían los ojos de mis labios y tu cadera, esfera en dos mitades, alegró los momentos de agonía en que mi vida huyó para tu vida. Estamos tan presentes, que el pasado no cuenta sin ser visto. No somos lo escondido; en el torrente de la vida estamos. Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí: toda el agua que va rumbo a tus cántaros. Tu nombre, tu alegría… Nadie lo sabe; ni tú misma a solas.
Fuente: Antología poética, Carlos Pellicer. 2002.
Soltura
Magnolia Vázquez Ortiz
Doy unos pasos Me des-sujeto Descalza me deshago Desaparezco Abracadabra Raíz sin flor Surge la vida Desnuda A lengüetazos pronuncio palabras A palabrazos Fresa tras fresa corazón Desborda espacio tanto rojo Bang bing bang Rompe razón La sangre me atrae Me sujeto a la llama El fuego me nombra Capullo Etéreo Alzo el vuelo A bocanadas en cada aleteo me como el mundo
Fuente: Apuntes de una viviente, Magnolia Vázquez Ortiz. Secretaría de Cultura de Tabasco. 2019.
Favor
Eréndira Toledo
Deshazte de su sombra Elimina la imagen materializada de su beso que no camine que no se ría que su sepelio sea un lunes nublado Reduce mis sinsabores en cualquier cruce peatonal Pon distancia adecuada Asegúrate que entienda Háblame el viernes previo Da cuenta de su cinismo Se mueve como si nada debiera No se inquieta ni preocupa ni arrepiente Hazlo pronto antes que me arrepienta
Fuente: Víctimas y victimarios, Eréndira Toledo. Secretaría de Cultura de Tabasco. 2019
Piadosa Amiga
José María Bastar Sasso
Tú nada ignoras. Todo lo oíste. Quedó ante ustedes mi alma desnuda. Mientras hablábamos, tú estabas muda, y cabizbajo partir me viste. Desde ese entonces ya sólo existe dentro de mi alma doliente duda; por eso, amiga, quiero tu ayuda: di lo que sepas... ¡Estoy muy triste! Piadosa amiga: tú que has vivido siempre a su lado, que siempre has sido la más amiga de sus amigas, dime lo que ella de mí ha pensado; si me recuerda, si me ha olvidado; más, tengo miedo... ¡No me lo digas!
Fuente: Antología Poética, José María Bastar Sasso. Editorial Juicios. 1978.
Vestida de mariposa…
Guadalupe “Pita” Amor
Vestida de mariposa bailé horas infinitas, largas horas inauditas con alas color de rosa; en una sala espaciosa, danzas paganas, benditas angelicales, malditas una tarde prodigiosa La función se terminó pero de bailar yo no, todavía sigo bailando como posesa danzando de mariposa vestida yo soy la flor de la vida
El ruiseñor
Guadalupe “Pita” Amor
Pájaro cantor de setecientos veintidós colores el frágil ruiseñor, mayoral de tenores es ave de los trinos trinadores
Me detengo en tu luz
Alberto Ruy Sánchez
Porque me hiciste un día ver lo que tus ojos tocan y aprender de ti las formas ascendentes de tu mundo, puedo decirlo: Me detengo en tu luz vertical, su veladura, la línea que corta a la nube que cubre al sol que llevamos dentro. Me detengo en el oro aplicado al espejo sobre la herida de luz y ardor y fuego nuevo. Me detengo en tu círculo que es todos los centros y las periferias y los horizontes internos de llagas breves, luminosas. Me detengo en tu movimiento porque no me detengo si no es en tu visión de asir al sol y a la carne al mismo tiempo. Viajera de la mirada más potente En tus manos los círculos reviven cuando pintas y velas tu visión y la haces mía.
Fuente: albertoruypoemas.blogspot.com
El Volcán de Aire
Kary Cerda
En su garganta albergaba peces claros y robustos peces dorados y azules danzaban estilizando la acuática oscuridad una niña sin querer le dio tremenda patada le provocó tanto daño que entró en caos su estructura de un sólo golpe expulsó la oscuridad y los peces como un árbol majestuoso libre se expandió la noche los peces entre sus ramas penden cual frutos de luz
Arenal de La Fortuna
Kary Cerda
Es de estirpe caprichosa como el Fuji de Japón lo cubren espesas brumas cuando por fin aparece todo el paisaje se encoge su magma calienta el lecho de ríos y manantiales en sus pozas de agua tibia de noche juegan las hadas con los dioses del volcán lo pintan con acuarelas y le sacan muchas fotos como al mismo Fuji-san
Fuente: Magma y arena, Kary Cerda. Colección Literatura, Serie Poesía José Gorostiza. Secretaría de Cultura del Estado de Tabasco. 2019.
Bajo luna llena
Luis Barjau
Que se queden los vivos dirimiendo esa miel sistemática del mundo. Pero nos vamos, otras siegas nos llaman al olvido. Otras plantas del mar seducidas nos imantan. Que quede en los labios de los especuladores el honor la valentía de vidrio enmascarada. Ya demasiado oro gasta la silla abandonada a las seis en la milpa entrañable. Un parloteo insumiso desgasta la memoria y lo querido se vuelve canción olvidadiza, mordedura imposible en el barandal del paisaje irisado de intrigas. Una risotada, una francachela sin consistencia. Apenas se ve relumbrar el afán al borde del teatro entusiasmado, apenas, la canción achispada, la razón quebrantada. Quién tuviera la pasión concentrada en el fragmentario corazón, quién, los lagos serenos de la piel a la mano que escapa.
Fuente: El hospiciano, Luis Barjau. Colección Literatura, Serie poesía José Gorostiza, Secretaría de Cultura del Estado de Tabasco. 2019.
Una hoja sin árbol
Paul Celan
Una hoja, sin árbol
para Bertolt Brecht:
¿Qué tiempo es éste en el que una conversación es casi un crimen porque incluye tantas cosas explícitas?
Tú con la palabra que yo dije…
Paul Celan
Tú con la palabra que yo dije, tú con tu silencio, tú contigo misma en el mundo su- bi- da, tú mi amor: perdida, extra- viada, una y otra vez regresada en el dolor: es tarde. Ayúdame, ayúdate, ayuda. El camino de horas anduvo lo que dije. El camino de horas anduvo lo que callé. Anduvo y anduviste, por lo infinito anduviste, hacia delante y hacia atrás, hacia ninguna parte, hacia la palabra, hacia allí. Deja. Un nombre se te abre, otro: quédate.
De viaje
Paul Celan
Hay una hora que hace del polvo tu escolta, de tu casa en París, lugar de sacrificio de tus manos, de tu ojo negro, el más negro ojo. Hay una estancia donde un tiro de caballos se detiene para tu corazón. Tu cabello quisiera ondear en el viento cuando te vas – eso le está prohibido. Los que quedan y hacen signos de adiós no lo saben.
Fuente: amediavoz.com
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
Sor Juana Inés de la Cruz
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas? Yo no estimo tesoros ni riquezas; y así, siempre me causa más contento poner riquezas en mi pensamiento que no mi pensamiento en las riquezas. Y no estimo hermosura que, vencida, es despojo civil de las edades, ni riqueza me agrada fementida, teniendo por mejor, en mis verdades, consumir vanidades de la vida que consumir la vida en vanidades.
Fuente: zendalibros.com
La luz sumisa
José Gorostiza
Alarga el día en matinal hilera tibias manchas de sol por la ciudad. Se adivina casi la primavera, como si descendiera en lentas ráfagas de claridad. La luz, la luz sumisa ( si no fuera la luz, la llamaran sonrisa ) al trepar en los muros, por ligera, dibuja la imprecisa ilusión de una blanda enredadera. ¡Ondula, danza y trémula se irisa! Y la ciudad, con íntimo candor, bajo el rudo metal de una campana despierta a la inquietud de la mañana, y en gajos de color se deshilvana. Pero puso el Señor, a lo largo del día, esencias de dolor y agudo clavo de melancolía. Porque la claridad, al descender en giros de canción, enciende una alegría de mujer en el espejo gris del corazón. Si ayer vimos la luna, desleída sobre un alto silencioso de montañas… si ayer la vimos derramarse en una indulgencia de lámpara afligida, y duele desnatar en las pestañas el oro de la luna.
Fuente: zendalibros.com
10
Mario De Lille
Quisiera entrar de lleno a la poesía las palabras silbantes se me vuelan rozan la adormecida superficie de esta piel me arropan me desnudan gritas se abren mis ojos estás viva acepto el reto y olvidar el quisiera estoy en ti porque yo te poemo
Fuente: Dios te salve, María non sancta, Mario De Lille. Gobierno de Estado, Instituto de Cultura de Tabasco. 1990.
Riqueza
Gabriela Mistral
Tengo la dicha fiel y la dicha perdida: la una como rosa, la otra como espina. De lo que me robaron no fui desposeída: tengo la dicha fiel y la dicha perdida, y estoy rica de púrpura y de melancolía. ¡Ay, qué amante es la rosa y qué amada la espina! Como el doble contorno de dos frutas mellizas, tengo la dicha fiel y la dicha perdida…
Fuente: Biblioteca Nacional Digital de Chile.
Pregones
Luis Cernuda
Eran tres pregones.
Uno cuando llegaba la primavera, alta ya la tarde, abiertos los balcones, hacia los cuales la brisa traía un aroma áspero, duro y agudo, que casi cosquilleaba la nariz. Pasaban gentes: mujeres vestidas de telas ligeras y claras; hombres, unos con traje de negra alpaca o hilo amarillo, y otros con chaqueta de dril desteñido y al brazo el canastillo, ya vacío, del almuerzo, de vuelta al trabajo. Entonces, unas calles más allá, se alzaba el grito de «¡Claveles! ¡Claveles!», grito un poco velado, a cuyo son aquel aroma áspero, aquel mismo aroma duro y agudo que trajo la brisa al abrirse los balcones, se identificaba y fundía con el aroma del clavel. Disuelto en el aire había flotado anónimo, bañando la tarde, hasta que el pregón lo delató dándole voz y sonido, clavándolo en el pecho bien hondo, como una puñalada cuya cicatriz el tiempo no podrá borrar.
El segundo pregón era al mediodía, en el verano. La vela estaba echada sobre el patio, manteniendo la casa en fresca penumbra. La puerta entornada de la calle apenas dejaba penetrar en el zaguán un eco de luz. Sonaba el agua de la fuente adormecida bajo su sombra de hojas verdes. Qué grato en la dejadez del mediodía estival, en la somnolencia del ambiente, balancearse sobre la mecedora de rejilla. Todo era ligero, flotante; el mundo, como una pompa de jabón giraba frágil, irisado, irreal. Y de pronto, tras de las puertas, desde la calle llena de sol, venía dejoso, tal la queja que arranca el goce, el grito de «¡Los pejerreyes!». Lo mismo que un vago despertar en medio de la noche, traía consigo la conciencia justa para que sintiéramos tan solo la calma y el silencio en torno, adormeciéndonos de nuevo. Había en aquel grito un fulgor súbito de luz escarlata y dorada, como el relámpago que cruza la penumbra de un acuario, que recorría la piel con repentino escalofrío. El mundo, tras de detenerse un momento, seguía luego girando suavemente, girando.
El tercer pregón era al anochecer, en otoño. El farolero había pasado ya, con su largo garfio al hombro, en cuyo extremo se agitaba como un alma la llama azulada, encendiendo los faroles de la calle. A la luz lívida del gas brillaban las piedras mojadas por las primeras lluvias. Un balcón aquí, una puerta allá, comenzaban a iluminarse por la acera de enfrente, tan próxima en la estrecha calle. Luego se oía correr las persianas, correr los postigos. Tras el visillo del balcón, la frente apoyada al frío cristal, miraba el niño la calle un momento, esperando. Entonces surgía la voz del vendedor viejo, llenando el anochecer con su pregón ronco de «¡Alhucema fresca!», en el cual las vocales se cerraban, como el grito ululante de un búho. Se le adivinaba más que se le veía, tirando de una pierna a rastras, nebulosa y aborrascada la cara bajo el ala del sombrero caído sobre él como teja, que iba, con su saco de alhucema al hombro, a cerrar el ciclo del año y de la vida.
Era el primer pregón la voz, la voz pura; el segundo el canto, la melodía; el tercero el recuerdo y el eco, la voz y la melodía ya desvanecidas.
Fuente: ciudadseva.com
Romance Endecasílabo
José Eduardo de Cárdenas
Teque adeo decus hoc aevt. Te principe, inibit,
Carole, incipient magni procedere menses.
Aquella hermosa Ninfa que en un tiempo, de algodón y de plumas ataviada, puestas sus flechas a los pies de Carlos más que nunca feliz se confesaba, del tedio de sí misma poseída en fúnebre sayal trueca sus galas, con la madeja lacia el rostro cubre, arroja el arco, quiebra la macana; huye a los bosques y con torpe pulso en los rugosos troncos medio graba esta inscripción: ¡Ha muerto el grande Carlos, mi dulce Padre y toda mi esperanza! Grábala apenas cuando en dos copiosos y perennes raudales se desata, y en medio de lo acerbo de su pena ronca la voz, trémulo el labio exclama: “Capricornio Cruel, helado signo: ya que de un golpe con violencia extraña todo mi bien y mi consuelo todo en solo Carlos de mi seno arrancas, apura sobre mí tus influencias; vistan mis campos tu perpetua escarcha; la América no vea sus campiñas con el matiz florido engalanadas; los sazonados frutos de Pomona y las rubias espigas con que grata y providente Céres las fatigas del labrador tan liberal premiaba, conviértanse en aristas y cambrones: la tierra su benéfica substancia niegue a las plantas, y los tristes búhos con su graznido atruenen las montañas!” Quiso seguir, pero los huecos montes, heridos por las voces y algazara de numerosa plebe, ¡viva Carlos! alternativamente pronunciaban. El eco la suspende: por momentos, crece su pasmo; escucha más cercanas las voces ¡Viva Carlos Cuarto! ¡viva!, único alivio a nuestra pena amarga! Desfallece el rumor inopinado, cuando el sereno líquido, con alas veloces como nunca, dividiendo, se deja ver la clamorosa Fama. Girando en breves tornos, mansamente conmovidas sus alas, con el aura sutil la Ninfa cobra sus alientos, a sentir nuevamente angustia tanta. Vuelve hacia todas partes, y a su diestra un paraninfo atónico repara. Da voces, más la alígera matrona con dulzura le dice estas palabras: “Bella Ninfa, repórtate: no turbes el común regocijo, justa causa tienes en tu pesar: yo misma ha poco lo que tú por extremo lamentaba: Pero si el justo cielo inexorable de un tan amable Carlos nos separa, piadoso el justo cielo en otro Carlos el bien que nos quitó nos lo restaura. ¡Mas qué digo! ¿otro Carlos? Fausta Ninfa, depón el sentimiento, el luto rasga que aun tu augusto Monarca ocupa el solio en la imperial y celebrada Mantua. Aun vive y reina tu adorado Carlos: su piedad, su clemencia, su templanza, su ciencia de reinar y su justicia viven aun florecientes y lozanas ¿Visto has espesa nube que las luces con que Titán la faz terrestre baña nos roba, mas apenas se disipa cuando tornan las mismas a dorarla? A este modo sus densas sombras pudo sobre el Trono esparcir la adusta Parca: deshiciéronse en breve, y al momento volvieron a brillar sus luces claras. ¿Cuál es tu triunfo, oh Muerte? El tercer Carlos deshecho el nudo, allá con firme planta el cerco etéreo pisa y sus virtudes en su Hijo augusto rigen las Españas. ¡Oh tú, dichoso Rey, que circundado de inextinguible luz en paz descansas: tu hijo no olvidarás: haz que a él desciendan cual lluvia en el Túson celeste gracias! Ya desde luego España reconoce sus influjos: la frente apenas sacra del Cuarto Carlos orna real diadema cuando es cabal modelo de Monarcas. ¡Hoy, y con qué gratitud religiosa la ceremonia previniendo usada, de su Padre la muerte y al Hispano dosel su exaltación anuncia el Papa! ¡Con qué respeto edificante ofrece homenaje a la Cátedra Romana, y de la fe ortodoxa apoyo firme, émulo de su Padre, se declara! ¿No es un Legislador que meditando el día todo sobre la Ley santa en tantas como dicta providencias la eterna Ley ha por nivel y pauta? Decid vosotros, hombres miserables que oprimidos gemisteis so la carga de dura servidumbre: ¿quién os hizo ligero el peso, las cadenas gratas? Etíopes felices, ya cansados del crudo yugo con que se os brumaba: ¿a quién os acogisteis? ¿A qué numen debéis la prenda para vos más cara? Angustiados vasallos que imposible el desempeño vuestro imaginabais: ¿qué Deidad apacible calmar supo en vuestros corazones las borrascas? Si las pasadas horrorosas guerras os agotaron casi, Reales Arcas, la economía más prudente y justa copiosas riquezas os presagia. Espléndidos banquetes que destruíais el hesperio valor: precipitada fuga tomad, no os sufre el Soberano: son sus delicias las frugales viandas. ¡Facinerosos hombres que el indulto de tantas acciones inhumanas os prometisteis: ya en vuestras cervices descargó el golpe su tremenda espada! No así vosotros, en cuyos delitos tuvo más parte la flaqueza humana: que ha dividido aquella espada misma las estrechas prisiones que os cercaban. Nunca bastantemente admirar puedo la comprensión feliz, sublime, vasta del nuevo Carlos, que aunque la reparte en tantas cosas, sobra para tantas. En sólo un Rey observo muchos héroes; ningún trabajo le incomoda ó cansa: su infatigable espíritu tan presto en su América está como en su España. ¡En qué alto grado del reinar posee la más difícil ciencia en que se afianza de los Reinos la gloria, y la que agita los móviles de máquina tan varia! Aquel notable acierto con que escoge a quienes cometer sus confianzas, no cabe en expresión: tejedle encomios si os atrevéis a tanto, Ninfas sacras. Vos, héroe singular, vos Conde ilustre, cuya altura de espíritu y vigilancia en el gobierno al Nuevo Mundo asombran, sois de esta prenda Real justa alabanza. Mas cuando en algún hecho vuestro, oh Carlos, detenerme presumo me arrebatan el pincel de las manos otras muchas acciones vuestras igualmente raras. Ya los Consejos presidir os veo con vuestra amada Luisa, honor de Parma, sus dotes y talentos consagrados al mayor bien de la Corona Hispana. Ya que animáis a vuestras leales gentes a que con redes en veloces barcas en compañía dulce y laboriosa opriman de Neptuno la ancha espalda; ya que las naves índicas visitan las espumosas márgenes hispanas; y ya que arriban las hesperias naos con libertad a las indianas playas; ya que por vuestra orden prepararse miro varios bajeles, porque Iberia añada al blasón de sus armas los blasones de sus expediciones literarias. Y tú que el uso a Tyfhis enseñaste de las velas, aquesas naves guarda, que las Artes y Ciencias se prometen con tan sabio proyecto mil ventajas. Ya admiro... pero ¿cuándo en breve tiempo de referir sus hechos acabara, si no hay desde que reina un sólo instante en que no se señale alguna hazaña? ¡Oh felices dominios: vuestros votos dirigir al Señor, porque al Monarca que daros se ha dignado os lo conserve!” Dijo y el vuelo alzó la Diosa alada. Al momento la América divisa varias cosas de Ninfas Carpetanas que celebraban á su nuevo Dueño con dulces arias y vistosas danzas. Corre y se mezcla en ellas, y festiva, de un extremo alborozo enagenada, al palacio de Carlos se dirige Con las Ninfas diciendo en voces altas: ¡Oh Carlos, reina: mis ingenios leales harán tus grandes hechos inmortales! Canté.
Fuente: José Eduardo de Cárdenas y Romero, Gerardo Rivera. Gobierno del Estado de Tabasco, Instituto de Cultura de Tabasco. 1988.
Destino
Ramón Galguera Noverola
Estaba escrito así: que yo tuviera los ojos del amor fijos a un puerto y dados a la rosa de la espera; que a diurna luz, como milagro cierto, te alzaras dominando la llanura, llenando los silencios del desierto. En ti fundé la tienda de ventura, amontoné los himnos verdaderos y encontré el manantial y la escultura. Luna de lino, lana de lucero, brotas el agua azul de las canciones junto al manzano del desliz primero; lirio alumbrado por las tentaciones -entre una blanca luz de eucaristía- inquietas manos y ardes corazones. Estaba escrito el sueño y la porfía, el llanto fiel, la soledad oscura, y la traición, y el vino, y la poesía. Esperaba el puñal y la amargura, y la noche de lutos verdaderos, y el desgarrón, y el grito, y la locura. Escrito estaba a signo de luceros.
Fuente: Nueva antología de poetas tabasqueños contemporáneos. Tomo I. Marco Antonio Acosta. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. 2006.
El viento en la isla
Pablo Neruda
El viento es un caballo: óyelo cómo corre por el mar, por el cielo. Quiere llevarme: escucha cómo recorre el mundo para llevarme lejos. Escóndeme en tus brazos por esta noche sola, mientras la lluvia rompe contra el mar y la tierra su boca innumerable. Escucha cómo el viento me llama galopando para llevarme lejos. Con tu frente en mi frente, con tu boca en mi boca, atados nuestros cuerpos al amor que nos quema, deja que el viento pase sin que pueda llevarme. Deja que el viento corra coronado de espuma, que me llame y me busque galopando en la sombra, mientras yo, sumergido bajo tus grandes ojos, por esta noche sola descansaré, amor mío.
Fuente: Los versos del capitán, Pablo Neruda. Editorial Losada. 2007.
Por Pancho Salas, por nosotros
Antonio Cisneros
Así es, viejo, no se puede jugar con esas cosas —hígado, corazón, cerebro—. «Un dolor de cabeza y entro en coma», y entonces no hay más días para cortarse el pelo, para cobrar las deudas o pagarlas —y se cierran los templos del Sol y de la Luna. «Fue un caso en un millón», pero ya no caminas bajo el pino de la calle Arenales y ya no escoges más entre el trigo y la paja —las leyes de la oferta y la demanda—. Un dolor de cabeza, viejo, y ni te enteras de la arteria obstruida y esas cosas que después todos saben menos uno —canto y dolor de los sobrevivientes. Llueve en las colinas de Southampton, el agua pasta entre las viejas tumbas, y esta noche los sabios, los holgados —libres ya de negocios, guerras de religión, dolor de muelas— son tan altos y antiguos como tú.
Fuente: Propios como ajenos. Antología personal (poesía 1961-2005). Colección Poemas y Ensayos. UNAM, 2012.
Contradicción
Alicia Delaval
Odio este amor que el alma me envenena porque colma mi sangre de saudades trocándome, perfectas soledades, por febril inquietud, que me adocena. Qué tormento es la sed, cuando es ajena la fruta que promete eternidades, ni a cambio de severas castidades lograr hemos jamás, la luna llena. Odio este amor, que me ata y me aprisiona en redes que mi sueño desazona; mas quedo a su merced siempre menguada, sin más argucia ni mayor anhelo que clavar su puñal en mi desvelo, y yacer en su sangre, desangrada.
Fuente: Nueva antología de poetas tabasqueños contemporáneos. Tomo I. Acosta, Marco Antonio. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. 2006.
Preludio
José Antonio Ramos Sucre
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.
Fuente: www.materialdelectura.unam.mx
Puerto supe
Blanca Varela
A J. B.
Está mi infancia en esta costa, bajo el cielo tan alto, cielo como ninguno, cielo, sombra veloz, nubes de espanto, oscuro torbellino de alas, azules casas en el horizonte. Junto a la gran morada sin ventanas, junto a las vacas ciegas, junto al turbio licor y al pájaro carnívoro. ¡Oh, mar de todos los días, mar montaña, boca lluviosa de la costa fría! Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres, allí destruyo la jaula de las aves pequeñas, destapo las botellas y un humo negro escapa y riñe tiernamente el aire y sus jardines. Están mis horas junto al río seco, entre el polvo y sus hojas palpitantes, en los ojos ardientes de esta tierra adonde lanza el mar su blanco dardo. Una sola estación, un mismo tiempo de chorreantes dedos y aliento de pescado. Toda una larga noche entre la arena. Amo la costa, ese espejo muerto en donde el aire grita como loco, esa ola de fuego que arrasa corredores, círculos de sombra y cristales perfectos. Aquí en la costa escalo un negro pozo, voy de la noche hacia la noche honda, voy hacia el viento que recorre ciego pupilas luminosas y vacías, o habito el interior de un fruto muerto, esa asfixiante seda, ese pesado espacio poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas, el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche. Aquí en la costa tengo raíces, manos imperfectas, un lecho ardiente donde lloro a solas.
Fuente: El suplicio comienza con la luz. Poesía reunida 1949-2000. Prólogo de Rocío Silva Santisteban. Poemas y Ensayos, UNAM, 2013.
Madre
Vladimir Holan
¿Has visto alguna vez a tu vieja madre en el momento en que te hace la cama, extiende, estira, remete y acaricia la sábana. para que no quede ni una sola molesta arruga? Su respiración, el gesto de sus manos y sus palmas son tan amorosas que en el pasado siguen apagando el incendio de Persépolis y en el presente aplacan ya alguna tempestad futura en el mar de China o en otro hasta hoy desconocido.
Fuente: La gruta de las palabras. Obra selecta. Traducción y prólogo de Clara Janés. Galaxia Gutenberg / Círculo de lectores, 2010.
El agua de los bosques
David Huerta
Para Verónica Murguía,
por su novela El fuego verde
La doble transparencia de las aguas en el verdor del bosque —pues en el cristal terso dos veces clara luz se disemina: una hacia adentro, alta; otra hacia el exterior, multiplicándolo— para tus manos puras y tus ojos quiero ahora que el tiempo perfecciona la sangre de los cuerpos, el aire de las bocas, los fulgores de la vida viviéndose en nosotros. Caminas entre árboles y el azul instrumento de las hondas imágenes —el curvo cielo, su volante seda— se entreteje, fugaz, con el follaje. Tenue va construyéndose tu fábula entre silbos y murmullos. Un agua diferente y más fluida, glauca tela del mundo, celeste proyección de las pupilas, es tu mirada. El bosque te busca y te rodea y tú con ojos ávidos lo recorres sedienta. Y más allá, en confines intocados, recónditos, salvajes, otra que no eres tú ve tu soñada historia en otros ámbitos. Pero son estos bosques y tú y ella son otra, son las misma, en la oscilante magia de las runas. Eres tú la que cerca del agua de la fuente se detiene de pronto y en el filo del ocaso dorado ve reflejada el agua que reverdece: hoja de tu espíritu. Por eso, por el nudo de llama y fuente, quiero que tus manos entren hasta el arroyo de los bosques y allí, por un momento y para siempre, descubran el destello del otro fuego, al fin: el fuego verde.
Fuente: Los instrumentos de la pasión. El libro mayor, Universidad Autónoma de Querétaro, 2019.
Tiritanda
Gerardo Deniz
La poesía tiene su quever con latitudes también. Una razón por la cual hay tan pocos poetas samoyedos es que la lírica buena las mujeres —numerosas— tienen que andar encueradas. Siempre. Sin excepción. (Pues quién, poeta, se va a privar de: «Tú, desnuda» En cambio «vestida» no se ha oído jamás. Será por algo, pienso yo.) Ahora bien, aquello que en contexto yuraco no es factible a causa del clima: poner allá al desnudo es criminal, même, hacer que —quizá embarazada— sucumba a una metáfora de marido mediocre. ¿Se extinguirían por eso —idea horrible— tantas de aquellas interesantes estirpes urálicas?
Fuente: Op. cit. Margen de poesía. UAM, 1992.
Lamento por el sapo de Stanley Hook
Juan Gelman
Stanley Hook llegó a Melody Spring un jueves de noche con un sapo en la mano «oh sapo» le decía «sapito mío íntimo mortal y moral y coral no preocupado por esta finitud no sacudido por triste condición furiosa» le decía «oh caballito cantor de la humedad oh pedazo de esmeralda» le decía Stanley Hook al sapo que llevaba en la mano y todos comprendieron que él amaba el sapo que llevaba en la mano más allá de accidentes geográficos sociológicos demográficos climáticos más allá de cualquier condición «oye mío» decía «hay muerte y vida día y noche sombra y luz» decía Stanley Hook «y sin embargo te amo sapo como amaba a las rosas tempranas esa mujer de Lesbos pero más y tu olor es más bello porque te puedo oler» decía Stanley Hook y se tocaba la garganta como raspándose el crepúsculo que entraba y avanzaba y le ponía el pecho gris gris la memoria feo el corazón «oye sapo» decía mostrándole el suelo «los parientes de abajo también están divididos ni siquiera se hablan» decía Stanley Hook «qué bárbara tristeza» decía ante el asombro popular los brillos del silencio popular que se ponía como un sol esa noche naturalmente Stanley Hook se murió antes les dio terribles puñetazos a las paredes de su cuarto en representación de sí mismo mientras el sapo solo el sapo todo el sapo seguía con el jueves todo esto es verdad: hay quien vive como si fuera inmortal otros se cuidan como si valieran la pena y el sapo de Stanley Hook se quedó solo.
Fuente: Poesía reunida. Tomo I, FCE, 2011.
Calacas (fragmentos)
Rubén Bonifaz Nuño
I Adelantas la pantomima: igual que a las torres de los reyes y a los jacales de los pobres, con equitativo pie a mi puerta, tin, tin, está llamando ahora; sé quién es, tin tin, y me resisto a abrirle, y estoy, tin tin, abriéndole. III Ya ni la amuelas, Flaca; embistes en guerra contra un montón de harapos. La armazón me cariaste, entumes, por ti apolilladas, mis bisagras; tapiaste mis vidrieras, sordo, taponas mis abrevaderos, paralizas mis malas pulgas. Me alegro empero, propulsado por las hélices del a.d.n. Al tacto me acojo, a las quincenas. O ellas pasan: da su olor a nardo. Que en habiendo viejas y dinero, pinche Pelona, me das risa. XV ¿Y hemos de llorar porque las cosas están así sobre la tierra? Hay una mujer, quedan amigos y el desprecio, Flaca, a lo que dueles. No sé si habré de morir todo; no todo he muerto; mientras vivo, me vienes guanga, compañera.
Fuente: Calacas. FCE, 2012.
Portrait d’une femme
Ezra Pound
Vuestra mente y Usted son nuestro mar del Sargasso, Londres ha soplado sobre usted esta veintena de años y barcos brillantes le han dejado esto o aquello en pago: ideas, viejas habladurías, sobrantes de todas layas, extraños mástiles del conocimiento y grises mercancías de valor. Grandes hombres la han buscado -extrañando a otra. Usted siempre ha sido segundona. ¿Trágico? No. Usted lo prefirió a la cosa usual: un hombre apagado, aburrido y galante, una mente normal -con un pensamiento menos, cada año. Oh, Usted ha sido paciente, la he visto sentada por horas, en donde algo debería haber flotado Y ahora Usted paga. Sí, ricamente paga. Usted es una persona de algún interés, uno se acerca y se lleva extrañas semillas: trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia; hechos que no llevan a ninguna parte; un cuento o dos, preñadas de mandrágoras, o con alguna otra cosa que podría ser útil y sin embargo nunca lo es, que jamás encaja en un rincón o muestra utilidad, o se encuentra su hora sobre el tejar de los días: el trabajo deslustrado, cursi, maravilloso, viejo; ídolos y ámbar gris y los raros embutidos, éstas son vuestras riquezas, vuestro gran depósito; y sin embargo, por todo este tesoro hundido en cosas momentáneas, excéntricas maderas casi empapadas y material nuevo y brillante: en el lento flotador de luz diferente y profunda: ¡No! ¡No hay nada! Al fin y al cabo, nada es suficientemente vuestro. y sin embargo es usted.
Fuente: Pound, E. (2019). Portrait d’une femme. Agosto 05, 2020, de Zendalibros. Sitio web: www.zendalibros.com
Plegaria
Ramón Bolívar
Recitativo nocturnal donde paseaba
con un dejo de azucena que piensa
casi de pájaro que sabe ha de nacer
Desde la huella casi borrosa de otros pasos —te recuerdo inmerso ante la trama acuosa de secretos —te recuerdo inmóvil por sobre el asomo del silencio —te recuerdo tras las arcadas infinitas del templo —te recuerdo en el que se apoya al eco del instante —te recuerdo agazapado como inagotable corazón en llama —te recuerdo desde la noche obscura de las axilas —te recuerdo cuando la mirada acoso hasta los cielos —te recuerdo sacia los más dulces momentos e irrumpe el filo ocaso de otro tiempo que mayor acompasa intensamente acariciando por el más esbelto goce de aquel sueño primero
Fuente: Bolívar, R. (2017). Nada es tumulto y otros textos. Ciudad de México. Ediciones la cuadrilla de la langosta.
Haikus
Masaoka Shiki
Como danzando, chupada al torbellino va la hojarasca. Caen a tierra las malvas, y las pisan los del festejo. ¿Por cuántas veces la hondura de la nieve indagué yo? Yo que me voy y tú que aquí te quedas son dos otoños.
Fuente: Shiki, M. (1998). Haikus. En este lugar, en este momento. Madrid, España: Mondadori.
Rincones
Ervey Castillo
Hay rincones tuyos que nadie ha de descubrir Hay miedos tuyos que sólo fueron nuestros Tengo en mis manos los ojos que miramos ayer Un día, en el aire, los dados alcanzaron a pensar en ti y en mí No hay estrella que alumbre sin buscar nuestros cuerpos dormidos Delgada luz tan suave Desnuda eres terreno fértil casa tomada del corazón
Fuente: Castillo, E. (2005). Cenizas sobre el fuego. Villahermosa, Tabasco: Gobierno del Estado de Tabasco.
Ciudades
Margarito Cuéllar
Fortificadas por murallas de sueños. Comala: muertos emparientan con muertos, resucitados con muertos. Luvina: el aire seca la memoria y el sol protagoniza la opereta del diablo. Gomorra: pasada la noche la rumba sigue. Sodoma: Placer esquina con Dolor. Viajero, si vas de la región más transparente al Leteo conserva este muestrario de capitales de bolsillo: Troya y los primeros días de Pompeya. Tunja, ciudad de los Poetas. Bogotá la Horrenda, Quito la invisible, México la Infame. Ciudades a las que se entra y no se sale. Migajones de pan devorados por las hormigas.é pensar. No sé si la noche es una forma de lo que yo seré. O si es un aviso de lo que debo ser.
Fuente: Cuéllar, M. (2013). Las edades felices. Monterrey, Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León.
La noche
Carlos Montemayor
Anocheció hace algunas horas y he salido al jardín. Puedo escuchar la corriente del río a lo lejos, la abundancia de insectos nocturnos, las hojas de los árboles que se agitan. En la casa ya no tengo vino. Hacia la montaña, una parte del cielo está despejado, con numerosas estrellas. ¿Por qué parece más inmenso el cielo, si no hay luna? La oscuridad cubre árboles, senderos, colinas. Pareciera que el mundo está ocupado ahí, en la oscuridad, que el mundo ahí prepara algo más. ¿Por qué ahora parece más inmenso el silencio? Siento que el silencio algo espera. Hacia el río, la noche es más densa. En este momento no sé qué pensar. No sé si la noche es una forma de lo que yo seré. O si es un aviso de lo que debo ser.
Fuente: Montemayor C. (2007). Los poemas de Tsin Pau. Ciudad de México: Gobierno del Estado de Chihuahua.
I. La gran ola de Kkanagawa pudo ser la ola que arrastró el cadáver de un marinero a las costas de Hawái en 1982 o la misma que sacudió un buque carguero zarpado de Hong Kong dejando a la deriva un contenedor con patitos de plástico para jugar en la bañera o la misma que temía pudiera ahogarme durante mis clases de natación
Christian Peña
(fragmento) Los ahogados son azules y bellos. Sólo una vez mi padre dijo eso. Mi padre me heredó este color de ojos: azul para mirar el mar de cerca, para no temerle, para sobrevivir. Un color que coincida con lo inmenso, que tenga en la mirada la fuerza de una ola. Hay olas que rozan el cielo con su cresta, olas como crestas de gallos que rozan el cielo con su canto. Hay olas que devienen en gritos y arrasan con todo lo que tocan. Hay olas que devienen en muerte. Hay padres como olas que arrasan todo a su paso, padres como catástrofes naturales cuya lección es sobrevivirles. Hay padres que dicen sólo una vez una cosa con voz de tromba y moridero. Viernes por la noche. Escuché que el mar arrojó a las costas de Hawái el cadáver de un marinero al que le faltaba un brazo. Lo vi en un documental de National Geographic, mientras mi padre me cortaba las uñas de los pies para la clase de natación. Fue entonces cuando, sólo una vez, lo dijo: los ahogados son azules y bellos. Nunca he visto un ahogado. Nunca he visto un muerto en vivo. Ese hombre al que el mar arrojó de su entraña, murió años antes de que yo naciera. ¿Cómo puede sobrevivir alguien tanto tiempo en el recuerdo? ¿Cómo puede 1985 ser una fecha memorable a través de la muerte? ¿Acaso ese hombre tuvo también un padre que metió en su cabeza la idea de conquistar océanos, que sumergió con la mano su cabeza en una piscina?
Fuente: Peña C. (2014). Me llamo Hokusai. Ciudad de México: FCE.
¿Qué somos?
Ángel Eleuterio Aguilar López
¿Sabes cuánta imaginación nos falta para apreciar lo que somos? Nacer aún es misterio hollar la corteza lo real y el eterno babel de la paradoja ¿Acaso guardas los sueños acumulas tus deseos y las pasiones? Entonces ¡Oréalos! Son escollos implacables son pruebas por demás inciertas que en el angosto sendero los andas y desandas ¡Basta! ¿Te acercas otro poco a los que somos? Somos un inédito estertor La obra del supremo
Fuente: Nueva antología de poetas tabasqueños contemporáneos. Tomo I. Marco Antonio Acosta. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. 2006.
Basura (fragmento 8)
A. R. Ammons
A veces los ancianos reviven de repente durante un rato y se ponen a hacer planes, ridículos, ya sabes, cuando de pronto piensan de nuevo en la muerte y ven brincar sus ataúdes hacia arriba como ballenas salidas de las honduras rehuidas de sus mentes y les resulta el cambio tan espantosamente distinto —del templado movimiento de una posibilidad a un helado reconocimiento— que parece que por un momento no entienden: en otras ocasiones, con la expiración de planes y amigos y sueños y el asedio por todos lados de recaídas y dolores, sienten una ambición más bien modesta: meterse con sigilo en sus cajones de una vez y tapar la luz del todo y desaparecer, y nunca, nunca más volver a ver, y menos todavía ver cómo acosan los problemas a cualquiera: ah, sí, están estos humores y estas transiciones, estos recuerdos desbocados y estas estúpidas tentaciones y estratagemas para distraerlos de su curso: por eso ellos y nosotros hemos de mantener en la mente la solidez de un dios, y no las vanas sedas y dulzuras de la disipación humana, no, señor: a menos, por supuesto, que dios sea inmanente, en cuyo caso podría ser, en una mínima medida, parte de las dulzuras, y en tal caso no sería dios sino o nada más que energía sin trabas, uno de sus cabellos atrapado en caramelo: solo quiero que sepas que hablo casi siempre completamente en serio: cuando bromeo estoy tratando de tomar posición para ser serio: mis bufonadas son esfuerzos por excusar la presunción de suponer, el trato directo, mi forma de presentarme: estoy tratando de decir lo que digo que quiero decir: de hecho, para eso lo mejor es atenerse a los hechos explícitamente: y lo mejor de todo: hechos de acción: acciones, acciones, acciones, sean atómicas o humanas: estas acciones recortan curvas en el espacio, suben o avanzan en espiral, vuelven y dan la vuelta, rodeos, remolinos: los movimientos de los que aprendemos son estos, son estas las figuras centrales, es esta la danza, aquí muestran sus respectivos ejemplos, actitud y carácter, tambaleo y precisión, para que los veamos, graciosos, derrochando, igual que payasos o jóvenes ardillas jugando cuando anochece: aquí está la moral auténtica, la economía de la acción y reacción, de conducir hacia delante, de ir lento, de caminar derecho, por una cuerda floja, aquí las narraciones del movimiento que relatan la historia que las historias figuran como facticidad: examinemos los movimientos: si son descuidados, convulsos, amortiguados, elevados, sinuosos, derrochadores: no necesitamos nada más, salvo contarlo con detalle para los distraídos o demasiado ocupados o perdidos en elaboraciones cotidianas como para apreciar lo esencial: (1) no te quejes: ya están los males suficientemente claros sin reiteradas descripciones: (2) valora cada motivo de alegría, indícalo cuanto haga falta para que la contemplación resulte nítida: (3) haz lo que puedas: toma medidas: (4) sigue adelante, mantén la mente ligada a las figuraciones del transcurrir: cuando yo era chico, por lo visto tenía siempre algo que plantear que no acertaba a decir o no aceptaba nadie: no resultaba nunca convincente; perdía en la argumentación: la gente se impacientaba y no cedía en sus creencias; mis explicaciones parecían extrañas, inverosímiles: al descubrir la poesía, debí de reconocer un medio de imponer silencio a la gente, el medio idóneo para combinar pensamiento y sentimiento, imaginación y movimiento, y así lo que contaba cautivaba a la gente, que quedaba encantada, sin palabras, y entendía el planteamiento que la razón no podía alcanzar, pues apuntaba, bajo el nivel de la argumentación, al grueso mismo del sentimiento: de modo que te pido que me ayudes, ahora: allánate a esta posibilidad: voy a tratar de decirlo todo una vez más: a los sesenta y tres años he descubierto que la otra cosa que le pedía yo a la poesía, que impidiera la muerte, me ha hecho seguir siendo algo extraño; que no he logrado dar un paso más allá de los barullos de los usos equivocados y más aún hasta llegar a un claro donde avanzar; que he de volver a arrancar del reconocimiento del fracaso: de hecho, tras enterarme de cómo se impone silencio e imponerlo, normalmente por accidente, unas cuantas veces, me produce temor ser convincente, el mal que puede hacer cuando se da en exceso sumado a un bien cualquiera, de manera que soy algo más vacilante adrede: a veces reconozco en otras palabras argumentaciones que prefiero ver aprobadas antes que las mías: parecen argumentaciones más sensatas: proceden de gente que parece estar mejor pegada a su columna vertebral: cuando están con la boca abierta, forman sus vértebras un fundamento donde resuenan sus palabras: yo, francamente, no he madurado nunca, si madurar quiere decir que no comerciaría con lo que hoy tengo por una cosa que podría obtener mañana: yo soy un comerciante: aún busco la compra en que volcarme a fondo: he terminado convencido de que no tengo nada de particular de lo que convencer a nadie: mi retórica se obceca, sin embargo, en su terrible insistencia de máquina, no importa si aparecen en la calle socavones o no, o no hay sino nudos en mi sedal, o peleteros en mis trampas: boca tapada no espanta presa: presta atención, avanza y rodea hasta evitarme; estoy soltando muelles y tornillos de mi actual mecanismo: estoy bajando: yo ya no recomiendo más altitud que unas alas, no más, no últimamente: no, no, ni por tu vida.
Fuente: Basura y otros poemas. Título original: Garbage/Collected Poems (selección). Traducción: Daniel Aguirre Oteiza y Marcelo Cohen. Lumen.
Confidencias
Felipe Benítez Reyes
Como todos los jóvenes, yo también he buscado esa luz inquietante que brilla en la aventura. Como todos los jóvenes, he arrastrado mis sueños por el fango celeste de la vida nocturna. El alcohol –que seduce– y los cuerpos –que embriagan– me han dado la medida de unos mundos secretos que van ya convirtiéndose en jardines de hastío, y la pasión primera en un jardín de invierno. Todo cansa y aburre. Las manzanas mordidas dejan el gusto amargo de una falsa promesa: su seducción se cumple y de pronto no es nada. Consumar un deseo es besar a la niebla. Como todos los jóvenes, he apostado al diablo y he vendido mi alma a precio de inexperto; supongo que he perdido la inocencia y la Gloria, pero nunca los jóvenes temimos el Infierno. Y aunque me quede tiempo y aunque el halago equívoco del mundo me sujete, he muerto a las pasiones. Porque todo es un lento bostezo. Y no me importa apostar al fracaso. Como todos los jóvenes.
Fuente: Poética y poesía número 12. Edición al cuidado de Antonio Gallego. Fundación Juan March. Madrid, España. 2006.
Valor
Erri De Luca
Considero un valor cada forma de vida, la nieve, la fresa, la mosca. Considero un valor el reino mineral, la asamblea de las estrellas. Considero un valor el vino mientras dura la comida, una sonrisa involuntaria, el cansancio del que ha dado todo, dos viejos que se aman. Considero un valor aquello que mañana no valdrá nada y aquello que hoy todavía vale poco. Considero un valor todas las heridas. Considero un valor ahorrar agua, reparar un par de zapatos, callar a tiempo, acudir a un grito, pedir permiso antes de sentarse, sentir gratitud sin recordar de qué. Considero un valor saber dónde está el norte en una habitación, saber el nombre del viento que está secando la ropa recién lavada. Considero un valor el viaje del vagabundo, la clausura de la monja, la paciencia del condenado, cualquiera que sea su culpa. Considero un valor el uso del verbo amar y la hipótesis de que exista un creador. Muchos de estos valores no los he conocido.
Fuente: Solo ida. Poesía completa. Título original: Opera sull’acqua/Solo andata/L’ospite incallito/Bizzarrie della provvidenza. Traducción y prólogo de Fernando Valverde. Revisión de la traducción por Carlos Gumpert. Colección Los tres mundos, serie Poesía. Seix Barral, un sello de Editorial Planeta. España. 2017.
Fugaz
Germain Droogenbroodt
Fugaz es todo lo que vive lo que quedará son los cantos en la orilla —escritura de piedra en la corriente del tiempo.
Fuente: En la corriente del tiempo. Título original; In de stroom van de tijd. Versión castellana en colaboración con el autor: Rafael Carcelén García. Point Editions. 2015.
Maitines
Antonio Gala
Callad, amantes, y ocupad el labio con el beso. No pronunciéis palabras vanas mientras se busca vuestro corazón en otro pecho, jadeante y pobre como el vuestro, ya al filo de la aurora. Cuando te poseí por vez primera tocaban a maitines en el Convento de las Mercedarias. La tiniebla del aire estremecieron repentinos palomos alterados. Titubeante el alma sonreía, sin comprender por qué, en torno a tu cintura. Y luego, hasta la alcoba recién inaugurada, fueron entrando laúdes y alabanzas que mi alma repetía con orgullo suavemente en tu oído. Callad amantes y ocupad el labio con el beso...
Fuente: Poemas de amor. Prólogo y edición de Pere Ginferrer. Colección Biblioteca Antonio Gala. Booket, 2007.
El beso
Anne Sexton
Mi boca florece como un corte. Me han agraviado todo el año, tediosas noches, solo brutos codazos en ellas y cajas delicadas de pañuelos gritando ¡llorona, llorona, estúpida! Hasta ayer mi cuerpo era inútil. Ahora se está rompiendo por sus picos y esquinas. Está rompiendo las prendas de la vieja Mary, nudo a nudo y mira – ahora está todo invadido por esos rayos eléctricos. ¡Zumba! ¡Una resurrección! Érase una vez una barca, toda de madera y sin tarea, ni agua salada debajo y necesitada de alguna pintura. No era más que un montón de tablas. Pero tú la izaste, la aparejaste. Ella fue elegida. Mis nervios están encendidos. Los oigo como instrumentos musicales. Donde había silencio tocan sin cesar los tambores, las cuerdas. Tú lo hiciste. La obra de un puro genio. Cariño, el compositor ha penetrado en el fuego.
Fuente: Mi boca florece como un corte. Título original: My voice flourishes like a blade. Traducción de José Luis Riena Palazón, selección de Luna Miguel. Colección Poesía Portátil. Literatura Random House. España. 2020.
La poesía
Álvaro Valverde
La poesía, sus elucubraciones, los asedios que gravitan en vano —teóricos, abstrusos— sobre ella. La poesía que hoy sólo se me antoja tan sencilla como el gesto de alguien que da un vaso de agua a quien padece sed.
Fuente: El cuarto del siroco. Marginales 303, colección Nuevos textos sagrados, dirigida por Antoni Marí. Tusquets Editores. 2018.
El largo camino
Patti Smith
Será mejor que aquí caminemos de puntillas
mientras por seguridad yo voy a la cabeza.
ROBERT LOUIS STEVENSON
Vagábamos con abrigos negros, tiempo barrido, tiempo barrido, dormíamos en dejadas chimeneas, salíamos para hacer frente a la lluvia. Mojados, embarrados, un poco idos, sorteando surcos, masticando bulbos, tanta hambre teníamos, tulipanes fulgurantes de pétalos rotos. Adornados con ombligos de Venus, sudábamos a mares hacia el frente elegido, el susurro de un rastro que en parte conocíamos, lluvia que no era lluvia, lágrimas que aún no eran lágrimas. Y el grial, ay, el grial, lo teníamos tan cerca, con su capa de aluminio, envuelto en el sol. Gladiolos en plena floración estallaban por todas las rendijas. El mundo entero ansioso porque la santa madre inspeccionara nuestro mentón y repitiera la cantinela: Te has manchado de mantequilla. Cuánto te gusta la mantequilla… y asaltamos una colina invadida de amarillo. Montamos a caballo, vagamos por bosques, hadas traviesas bailaban bajo nuestros pies. Las ramas nos azotaban la cara. Nuestro reino detrás de una alambrada… Luchamos en las canteras, pulimos mármoles, de rodillas disparamos por el botín en fervientes círculos. Montamos furiosos campamentos, nuestras tiendas perforadas por estacas, marcadas a navaja… zorrillos calibrando la tierra dura, maldiciendo el barrizal cuando nos hundíamos. Recogimos centeno, rellenamos sacos, hicimos almohadas para nuestros hombres. Frotamos la sangre de catres empapados, cubrimos la cabeza inerte de los mártires, llevamos en equilibrio cubos llenos hasta el borde y no vimos nada y lo vimos todo. Nos subimos a lomos del gran oso, metimos el cucharón en el lechoso licor vertido como un lago blanco ante nosotros. Nuestros osados barcos soltaban obscenidades escritas en velas de pergamino, flotando en ríos iletrados, volcados en sangrientos charcos de fango tras la lluvia. Tocamos alabanzas con cuernos de animales sagrados: abucheos, confesiones, rezos adolescentes tejidos hasta formar tapices de jardines enclaustrados. Ya no teníamos madre, y rasgando hilos infinitesimales, los juramentos surgieron con más violencia sin mala voluntad salvo la de haber nacido: nuestra lealtad al avance y al movimiento de las estrellas. Una luz azul proyectada desde la gorra de un ser que ya no podíamos nombrar. Subimos las escaleras hasta un cielo aún más azul surcado por banderines, sangrando al viento. Saboreamos el espectáculo. Luego desapareció, pero ya nos habíamos ido. Poseíamos un resplandor nuevo. El rocío nos caía por la nariz. Alardeábamos del brillo de la piel, la mudábamos sin un suspiro. Algunos levantaban la linterna. Otros parecían caminar con luz propia. Feroces montículos que no eran montículos, en el horizonte… Al acercarnos caímos sobre masas de abrigos abandonados por los almirantes, el púrpura de reyes destronados, medallas de honor, botas militares de piel de lengua de perro, vales, guaridas de animales, armiño y vellón lucidos por los de mayor rango, príncipes y pilotos, magos y místicos. Mas ningún rango teníamos nosotros, pescando harapos tejidos por ciegos. El nuestro era un país de hoyos. Estaban vacíos. Y, sin embargo, albergaban todas las esperanzas de un niño: nuestra historia feliz, nuestra vida feliz, cortadas con la tela de una lucha extática. En cuanto supimos adónde íbamos, reptamos con abrigos consagrados. Podríamos haber seguido para siempre de no ser porque aquí y allá nos tiraban del almidón de las mangas. Le rompimos el corazón a nuestra madre y nos convertimos en quienes somos. Seguimos respirando y, por tanto, nos marchamos, borrachos, abrumados, cada uno un dios. Ahora apaga la linterna. Pon el pulgar en la mecha. Si se pega, te quemarás. Si se apaga, te convertirás en un rayo de luz que se extinguirá en la noche, transformado en sueño adornado con baratijas. Vimos los ojos de Ravel, perfilados de azul, dos veces parpadearon. Cantamos arias propias, cánticos decepcionados, blues inertes de terreno sagrado y zapatos mortales, de infanterías olvidadas y distancias jamás soñadas… Pero solo llegamos a una colina humana, compuesta de soldados de madera vigilando en los pliegues de las mantas, tan cerca como la mano de un hermano, tan lejos como el sueño, la orden de un padre… … el largo camino, hijos míos. Surgimos de nuestros capullos de polilla vivos en la noche, el cielo emborronado de estrellas que ya no vemos. El credo de un niño cosido en los pañuelos… Dios no nos abandona nunca, somos lo único que conoce. No debemos abandonarlo, él somos nosotros, el éter de nuestros actos. Los silbidos de un vagabundo, tiempo barrido, tiempo barrido. Dormimos. Conspiramos, tensamos la vibrante cuerda. Cohibidos pero contentos, empezamos de nuevo.
Fuente: Augurios de inocencia. Título original: Auguries of Innocence, traducción del inglés de Ana Mata Buil. Penguin Random House bajo el sello Lumen. 2019.
Y pensar, corazón…
Gilberto Owen
¡Y pensar, conmovido corazón, Que algún día nefando, los gusanos han de roerte tus orgullos vanos y emponzoñar tu fuente de emoción...! Saber la vida tránsfuga, y saber el fracaso de todo en un minuto: toda tu heroica fiebre de absoluto (náufraga en unos labios de mujer) y todo tu dolor, y tu sensual podredumbre obcecada, y tu efusiva devoción a la Amada primitiva de alma jocunda y clara de cristal. Aún no habrás logrado modelar tu poema mejor, cuando la pálida Intrusa llegue, y tu Poesía, inválida, interrumpa su lírico volar Saber que un día, trémulo rubí, leal y atormentado, solamente polvo inmóvil será tu carne ardiente, sin nada de lo noble que hay en ti. Cuánto mejor sería, corazón, que te agotaras, trágico y canoro, en este amor vernal de fuego y oro, en una fervorosa combustión.
Owen G. (2012). Me he querido mentir que no te amo. Ciudad de México: FCE.
Teofanías
Gabriel Zaid
No busques más, no hay taxis. Piensas que va a llegar, avanzas, retrocedes, te angustias, desesperas. Acéptalo por fin: no hay taxis. Y ¿quién ha visto un taxi? Los arqueólogos han desenterrado gente que murió buscando taxis, mas no taxis. Dicen que Elías, una vez, tomó un taxi, mas no volvió para contarlo. Prometeo quiso asaltar un taxi. Sigue en un sanatorio. Los analistas curan la obsesión por el taxi, no la ausencia de taxis. Los revolucionarios hacen colectivos de lujo, pero la gente quiere taxis. Me pondría de rodillas si apareciera un taxi. Pero la ciencia ha demostrado que los taxis no existen.
Zaid G. (1992). Práctica mortal. Ciudad de México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
El lugar donde vivo
Eliseo Diego
El lugar donde vivo no es el mío. Quizás haya en Asturias una aldea que se ajuste a mi bien, o quizás sea un pueblito de Rusia, blanco y frío. Tal vez porque de todo desconfío por más que familiar siempre lo vea, no es que en mi propia palma yo no crea: es que me extraña como el arce umbrío que vi una vez y me volvió remoto no de mi casa, sino tan adentro de mí que fue el terror. Pues la belleza será solo el fragmento de algo roto que tuvo en cada sitio su áureo centro y hoy es fuga y nostalgia y extrañeza.
Diego E. (2005). Desde la eternidad. Ciudad de México: FCE.
En el Centro Histórico
Luis Cortés Bargalló
Axis mundi: ombligo los braseros bajo el humo. Al centro de la Plaza Exhalaciones. Los rumores del copal las ascuas que descaman verticales los mestizos re- molinos escoltados rehiletes genitales los plumeros tricolores y danzantes. Mangos amarillos. Chile rojo y el rebane cascabeles de los bafles la fayuca. La culebra. La calaca descarada contoneando diamantina su rumbero ilíaco. Descarnados sol y rajas. Bayonetas y volutas de los cuatro barrios cardinales. Cardinalis de bilé penacho rojo. Huevo. Muela. Gallo giro diente de oro hasta la cresta. Bate clara en los solares. Sub- lunares multitudes Pantitlán-andén-Cuatro Caminos. Serpentina. Humazo de epazotes los respiraderos de arcoíris sudorosos. Deambulando entre la reja la marchanta el alarife sueltan la cuchara y amarguras de escayola para el agua de jamaica. Descamisan esternones elevando la corona sucia la incobrable espina escupen. No revira. Enjuta. Queda inmóvil. Asta. Se estremece. Carraspea contra el viento.
Cortes Bargalló L. (2016). La lámpara hacia abajo. Ciudad de México: Ediciones sin nombre/Secretaría de Cultura.
Haikus
Matsuo Bashō
Un viejo estanque. Se zambulle una rana: ruido del agua Viento de otoño. Y malezas y campos: Paso de Fuja. A la intemperie, se va infiltrando el viento hasta mi alma. Se va la primavera. Lloran las aves, y son lágrimas los ojos de los peces. Como la almeja en dos valvas, me parto de ti con el otoño. En ruiseñor sueña que se convierte el grácil sauce. Día invernal. A caballo me helaba, maestro en sombra.
Bashō M. et al. (1998). Haikus (poemas breves japoneses). Madrid, España: Mondadori.
Todo el mundo
Charles Simic
«Todo el mundo sabe lo que me pasó con el doctor Freud», dice mi abuelo. «Estábamos enamorados del mismo par de zapatos negros del escaparate de la misma zapatería. Por desgracia, la tienda siempre estaba cerrada. Había algún cartel del tipo CERRADO POR DEFUNCÓN O VUELVO DESPUÉS DE COMER, pero por mucho que esperara, nadie venía a abrirla. «Una vez sorprendía al doctor Freud admirando aquellos zapatos con descaro. Nos fulminamos con la mirada antes de partir en direcciones opuestas, para nunca volver a encontrarnos».
Fuente: El mundo no se acaba. Edición bilingüe de Jordi Doce. Vaso Roto, 2014.
Olga Orozco
Olga Orozco
Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero. Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe, el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas, la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones, y también el pequeño temblor de las bujías al anochecer. Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros la tatuaron. De mi estadía quedan las magias y los ritos, unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor, la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos, y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron. Lo demás aún se cumple en el olvido, aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí igual que en un espejo de sonrientes praderas, y a la que tú verás extrañamente ajena: mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo. Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo, en un último instante fulmíneo como el rayo, no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada entre los remolinos de tu corazón. No. esta muerte no tiene descanso ni grandeza. No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto Tiempo. Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia: “Ellos han muerto ya. Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno. Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento”.
Fuente: Con esta boca, en este mundo. Selección y nota introductoria de Jacobo Sefamí. Margen de poesía. UAM, 1992.
Invierno
Joan Margarit
A los cincuenta años compré los ocho tomos del Gibbon, pues pensaba que al final de mi vida los leería. Me acerco cada vez hasta donde están y saberlos a mano me deja más tranquilo. Nunca los he leído. Me acompañan. Ahora una voz imperceptible me dice que ha llegado ya la hora de que comience a leer el Gibbon: Decadencia y Caída del Imperio Romano es la Historia llamada Universal, la única que puede dar consuelo. Inútil y magnífica como una vista aérea.
Fuente: Se pierde la señal. Traducción de Joan Margarit. Colección Visor de Poesía, 2012.
Bombas
José María Bastar Sasso
Si verdad los sueños fueran que contigo yo he soñado, no te vieran tan humildes mis ojos de enamorado. ****** Si tuviera menos años y más pelo en la cabeza, no me vieras tan huraño contemplando tu belleza, ****** Por espiarte en el arroyo que pasa por el trapiche por poco me deja ciego el maldito tutupiche
Fuente:
Poema espiritual
Murilo Mendes
Me siento un fragmento de Dios porque soy una nada de raíz un poco de agua de los mares el brazo desgarrado de una constelación. La materia piensa por orden de Dios, se transforma y evoluciona por orden de Dios. La materia múltiple y bella es una de las formas visibles de la invisible. Cristo, de los hijos del hombre, eres la perfección. En la iglesia hay piernas, senos, vientres y cabellos en todas partes, hasta en los altares. Hay grandes fuerzas de materia en la tierra en el mar y en el aire que se entrelazan y se casan reproduciendo mil versiones de los pensamientos divinos. La materia es fuerte y absoluta sin ella no hay poesía.
Fuente: Al otro lado del mundo. Traducción, prólogo y notas de José Javier Villarreal. Ediciones sin nombre / Universidad Autónoma de Nuevo León, 2009.
XXIX
Nanni Cagnone
El mundo que llamamos incomparable no era para nosotros —pregúntaselo a las piedras sentadas sobre las rocas, a la arena que cada vez atrae al mar, y si no hay respuesta considera que ya uno interroga sabiendo, así ofende la pregunta.
Fuente: Penumbra de la lengua. Traducción de Dulce María Zúniga. Ediciones sin nombre, 2015.
Extraviada
Jeannette Clariond
Extraviada, miré la tarde contra el viento desnudo, las hojas caídas escuché. Vacía, Emily, ¿es real que la tarde se vacía? La poesía es ausencia de agua, puerta que abre otra puerta y una más. Nada entraba en mis ojos o en mi lengua que no fuera belleza. Tomé un cuaderno, un lápiz afilado, encendí una vela en plena luz. Salí a caminar por calles oscuras, el horizonte se abrió lento ante mis ojos.
Fuente: Leve sangre. Pre-textos, 2011.
Escribir, diferir
Eduardo Milán
Escribir, diferir lo inevitable aceptándolo de paso no un trámite más en el trago abismal menos, asno con su prestigio tonto, figura pura dura dado el caso, el caso de la línea surca el pretendido rostro de a cada cual su rostro tal vez sea aceptar, asumir en luz solar lo que en la cueva esfuma, escribir blanquear el hueso, busca lugar entre los tópicos refugio que a la fuga ponga fin —si exilia, exilia, si migra, flaco, mugre se decide así la suerte de los desparramados— sin par amados por el aire que sopla en la palabra, adentro, pára para respirar más que balbuceo, pestañeo escribir, un asno no es tonto el asno, será loco, inútil, migrante de sí mismo
Fuente: Disenso. FCE, 2010.
Descubrimiento
Martha Crocker
En ese lugar donde se juntan los caminos buscamos en el lenguaje de los pájaros la respuesta a los enigmas del amor todavía inmersos en el misterio. En un día de fiesta nos congregamos reinventando todo pero volvimos a los viejos fantasmas y nada nuevo surgió de los murmullos. La decadente erudición se tornó necia el aburrimiento nos invitó a cantar con el canto se nos olvidó seguir buscando nuestras manos con el canto nuestro pecho se llenó de gozo con el gozo encontramos la respuesta.
Fuente: Nueva antología de poetas tabasqueños contemporáneos. Tomo I. Marco Antonio Acosta. Colección Carlos Pellicer. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Donde habite el olvido, XII
Luis Cernuda
No es el amor quien muere, somos nosotros mismos. Inocencia primera abolida en deseo, olvido de sí mismo en otro olvido, ramas entrelazadas, ¿por qué vivir si desapareceréis un día? Sólo vive quien mira siempre ante sí los ojos de su aurora, sólo vive quien bes aquel cuerpo de ángel que el amor levantara. Fantasmas de la pena, a lo lejos, los otros, los que ese amor perdieron, como un recuerdo en sueños, recorriendo las tumbas otro vacío estrechan. Por allí van y gimen, muertos en pie, vidas tras de la piedra, golpeando impotencia, arañando la sombra con inútil ternura. No, no es el amor quien muere.
Fuente: En La realidad y el deseo (1924-1962). Prólogo de José Ángel Valente. Álbum de Arturo Ramoneda. Alianza Editorial, 1998.
La mañana lleva un gran saco
Thomas Bernhard
La mañana lleva un gran saco. Le digo: eres tan vieja que no necesitas despreciarme. Tienes los zapatos rotos. Tu chaqueta fue en otro tiempo mía… Sentado en el hoyo te espero, no como la anciana, ni como los niños, ni como el cura, que tras el sermón, baja donde el vino y trastorna la tierra. Te recibo con el látigo, temblando, perverso y frágil como un cardo al borde del sol.
Fuente: Así en la tierra como en el infierno. Traducción de Miguel Sáenz. La uÑa RoTa, 2010.
Con la luna de marzo
Olvido García Valdés
Con la luna de marzo llegó la foto y todos estábamos vivos; palabras de velocidad, de esa ausencia que es veloz y gira y se desprende; lenta, la luna, vuelve mes a mes
Fuente: Y todos estábamos vivos. Nuevos textos sagrados. Tusquets, 2006.
Insomnio
Dámaso Alonso
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar a los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole porque se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?
Fuente: Hijos de la ira. Edición de Miguel J. Flys. Clásicos Castalia, 1986.
Don de la ebriedad, I
Claudio Rodríguez
Siempre la claridad viene del cielo; es un don: no se halla entre las cosas sino muy por encima, y las ocupa haciendo de ello vida y labor propias. Así amanece el día; así la noche cierra el gran aposento de sus sombras. Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega y es pronto aún, ya llega a la redonda a la manera de los vuelos tuyos y se cierne, y se aleja y, aún remota, nada hay tan claro como sus impulsos! Oh, claridad sedienta de una forma, de una materia para deslumbrarla quemándose a sí misma al cumplir su obra. Como yo, como todo lo que espera. Si tú la luz te la has llevado toda, ¿cómo voy a esperar nada del alba? Y sin embargo —esto es un don—, mi boca espera, y mi alma espera, y tú me esperas, ebria persecución, claridad sola mortal como el abrazo de las hoces pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.
Fuente: Poesía completa (1953-1991). Nuevos textos sagrados. Tusquets, 2001.
XVI. El detalle como un acontecimiento reticente
Anne Carson
El marido tenía un amigo mu querido que se llamaba Ray. Ray era un atormentado pero tenía coraje. Cuando Ray vino de visita la mujer se quedó en su cuarto. Está fuera de control dijo ella. Ray se sentó en la cocina con el marido y una botella de vino. Hablaron de sus «misterios». Mentir todas las noches es signo de desesperación fue el comentario de la mujer al día siguiente en el desayuno. Ray se acababa de ir. El marido hizo con las manos un gesto como diciendo Tranquila ahora. Ray tenía voz de tango malo, a las mujeres y a los chicos les gustaba. Y como Ray era una persona que tarde o temprano terminaba conociendo a todo el mundo Ray acabó por conocer a Dolor y a Merced. Se había hecho una idea de lo que estaba pasando, pero se la {guardó para él. Al marido le dijo Doblas para divertirte. A Ray le gustaban las frases. Una noche muy tarde vino a casa en busca del marido. La esposa estaba en su estudio del ático, abajo las luces estaban encendidas. ¡Iluminaste tu casa como un turrón romano! Ray la llama desde la escalera. Ella interrumpe su trabajo, el placer de esa concentración, él puede verlo, algo en ella le deslumbra. Él no está dice ella. Juntos contemplan cómo las gotas dispersas de este hecho se {condensan en el aire que los separa. Algunos lo llaman amor pero esos dos cuyas almas aquel instante entreteje como se entretejió el alma de Jonatán con el alma de David no se amaban. Cuánto más sencillo hubiera sido.
Fuente: La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos. Traducción de Ana Becciu. Lumen, 2003.
La caricia
Guillermo Fernández
Abre la puerta. Mírala en su aturdido poderío, sola. Que llegue en el albor que entorna la mano donde nace, sola. Mañana rugirá en la tormenta, en la orilla que nadie ha conocido o en la ausencia final de la memoria. Sola.
Fuente: Arca. Poesía reunida. Secretaría de Cultura de Jalisco, 2010.
Mamá Sofi
Níger Madrigal
Tú eres mi niña, yo soy tu amor impostergable y hoy que toco tu frente de árbol dormido, la vida es leve, la vida es un ritmo amainado de latidos en el cálido trinar desde tu pecho. Tú eres mi niña, no podría ser de otra manera. Yo soy tu amor que juega a entretenerse en esta brevedad de vida en que temblamos.
Fuente: tiempo religado. Gobierno del Estado de Tabasco, fundación para las letras mexicanas, Casalia Ediciones. 2018.
Libros
Marco Antonio Campos
En mi infancia libre y mi adolescencia oscura los libros eran ventanas ciegas en palacios de ahogo. Pero no, qué va, no me arrepiento ni así —ni un ápice—, de haber leído exiguamente, porque los colegios fríos, las calles grisáceas de mi barrio, el bullir de las pequeñas tiendas, los cines de encantamiento, los intrépidos partidos de emoción ebria de béisbol y de fútbol, las muchachas ávidas y anhelantes, las amistades como ráfaga y ala y marea alta, me dieron, sin saber ni imaginar siquiera, las vivencias múltiples para aquellos libros que escribiría después —porque sólo aquello que se vive, sin mira ni propósito literario (Cesare Pavese dixit), puede convertirse en un poema.
Fuente: De lo poco de vida. Colección Palabra de honor. Visor, 2016.
Maitines
Louise Glück
¿Qué es mi corazón para ti si debes romperlo una y otra vez como el sembrador que pone a prueba sus nuevas especies? Experimenta algo más: cómo puedo vivir en las colonias, como a ti te gusta, si me impones una cuarentena de dolor, apartándome de los miembros saludables de mi propia tribu: eso no se hace en un jardín, apartar la rosa enferma; permítele ondear sus sociables e infectadas hojas de cara a las demás, que los minúsculos áfidos brinquen de planta en planta, probando de nuevo que soy la más inane de tus criaturas, la que sigue al floreciente áfido y al rosal trepador. Padre, como agente de mi soledad, alivia al menos mi culpa, levanta el estigma del aislamiento; a menos que sea tu designio fortalecerme otra vez, como fui fuerte y plena en mi infancia equivocada, bajo la leve luz del corazón de mi madre, o en el sueño, el primer ser que nunca moriría.
Fuente:El iris salvaje. Traducción de Eduardo Chirinos. Pre-textos, 2006. y ensayos, 2017.
Ensalmos y conjuros (fragmentos)
Ernesto Mejía Sánchez
1 Ensayé la palabra, su medida, el espacio que ocupa. La tomé de los labios, la puse con cuidado en tu mano. Que no se escape. ¡Empuña! Cuenta hasta dos [lo más difícil]. Ábrela ahora: una estrella en tu mano. 2 Yo concluía las noches con un sueño. Yo conjuraba a alguien en un sitio concreto. Yo contaba los números. Y alguien, que no sospechas, nacía entre la sombra, no formaba su cuerpo con lo oscuro; sino que de aire limpio, separado, se construía. Yo contaba unos números. Alguien, horadando la sombra, nacía como un ángel de vidrio, como niño vacío. Se hacía un hueco vivo. Yo seguía contando. Se acercaba a mis labios. Amorosamente se adhería a mi carne. La más exacta piel, la más exacta, me envolvía. Yo seguía contando. Repetía, ahora con su voz las mismas cifras. Y como cada noche nacía con forma diferente, para no equivocarme, yo coloqué a este ángel en un sitio secreto; y le puse su número. 6 Hay días limpios, construidos por un aire inconsútil. Ni un demonio ni un ángel lo penetran. Ahí la soledad da la batalla. De nada serviría, amoroso, llamarla. De nada, porque el aire, homogéneo, cerrado, pone plomo a la voz. Requiérela al menos, sin abrir los labios, así; compañía adversaria, estoy contigo.
Fuente: Recolección a mediodía. UNAM, Poemas y ensayos, 2017.
El tren
Menchu Gutiérrez
No puedo acostumbrarme al tren, al fin y al cabo el tren arrastra el paisaje por el cabello y el cristal de la ventanilla amortigua el grito de los árboles. Hay violencia en la campana de vacío, la serenidad de aquí hace daño en la distancia, el ojo de la máquina taladra el paisaje, y el túnel formado se llama ninguna parte. Puede decirse que esto no es respirar, el oxígeno se piensa, el mismo vértigo en la cabecera del tren que en el último vagón, la escalera horizontal se sube y se baja, travesaños que son huellas, hacia adelante y hacia atrás: estela. Esto no es respirar tampoco es ver, el túnel se hace y se deshace, está aquí y está allí, la imagen se hace con el ojo y el ojo claudica, roe y es roído por el tiempo. Perforados por nosotros mismos, tan pronto vivos como muertos, el tren no es una forma de vida, en realidad no hay formas de vida, no es posible acostumbrarse y sin embargo la calma es real. Mastico mis palabras, digiero la oración que es esta realidad, palabras entre los dientes, felices palabras envueltas en saliva, manjar de mil lenguas que sabe a sangre dulce y a nieve, felices palabras que significan otras palabras. Cuando despierto, quizá cuando bajo del tren, encuentro en la estación el bullicio de los geranios, banderas rojas hacen señales a otro tiempo, raíles calientes por los que se desplazan los sueños de millones de viajeros, andenes afanados en hacer brotar la primavera. En el extremo del cuadro — ¿despierta? — te agachas a beber del manantial de monóxido de carbono, llevas una corona de estrellas sobre la cabeza, oyes caer las piedras en tu interior, rebotan en costillas y vértebras, acaban llegando a los pies y allí se almacenan, te preparas para dormir eternamente.
Fuente: Lo extraño, la raíz. Vaso Roto, 2015.
El éxtasis
John Ashbery
Entramos y salimos ociosamente del vestíbulo de una gran casa en la historia. Había poco que ver al principio; luego, cuando se nos acostumbró la vista a la oscuridad, logramos distinguir en un puente figuras que nos hacían señas, como queriendo que nos acercáramos. Decidimos no hacerlo. A ti aquel lugar te daba miedo. A mí me parecía relajante, tonificante, incluso. Olía un poco a esa clase de almizcle que es menos que un aviso y más que una confirmación. Los muebles estaban todos cortados por el mismo patrón, desdichadamente; el aire se acercaba. Era mi respiración como solía fingirla. Al bajar por la cuesta al día siguiente no había nada en los brillantes y horribles anales que nos dejaste ver sólo hasta el margen, y nada más. Quiero irme ya. He viajado por este país más de lo que debería viajar o ha viajado nadie. Es natural desear un poco de dulzura junto con el hambre, no guardar nada para el crudo invierno, cuando se desanudan amistades como esos pañuelos que se tiñen atados, y es la veleta un compañero, sólo que no la puedes ver cuando apunta hacia atrás. Nos marchamos temprano para ir a la recepción, aunque vahídos y sorbetes no parecían ya viables., y había un impuesto oculto en todo esto. Aún así nos quedamos, más y más tiempo. Llegó el baile a su fin; luego empezó otra vez; ni voz ni voto tenía uno en el asunto. Por la mañana hizo calor, y punto. Salí con algún pretexto y me quedé veinte años. Cuando volví me preguntaste si había olvidado algo, y respondí que no, sólo la leche. Lo cual era verdad.
Fuente: Un país mundano. Traducción y prólogo de Daniel Aguirre. Lumen, 2009.
Brise Marin
Joseph Brodsky
Querida, a última hora de la tarde puse un pie en la calle sólo para inhalar el aire fresco del océano nada distante. El sol se consumía bajo la ceniza como un abanico chino en una galería y una nube levantaba su párpado inmenso, como un Steinway. Hace un cuarto de siglo morías de antojo por los dátiles y el curry de Senegal, probabas tu voz para la escena, abocetabas perfiles en un cuadernillo. Eras coqueta conmigo, pero luego te amalgamaste con un ingeniero químico y, a juzgar por tus cartas, te volviste bastante imbécil. Te han visto en los últimos tiempos en iglesias de la capital y de provincia, en funerales de nuestros amigos y conocidos, ahora incesantes. Así y todo, me alegro de que el mundo augure todavía distancias más inconcebibles que la que nos separa. Entiéndeme bien: tu cuerpo, tu gorjeo, tu segundo nombre, ya casi no despiertan nada. No es que hayan dejado de echar brotes; pero para olvidar una vida un hombre necesita, al menos, otra vida más. Y yo he consumido ya mi cuota. También tuviste suerte: ¿en dónde, si no en una foto seguirás siempre sin arrugas, ágil, cáustica, vivaz? Al dar de cara con la memoria, el tiempo se entera de su impotencia. Marea baja: fumo en lo oscuro y respiro hediondas algas.
Fuente: Y así por el estilo. Traducción de José Luis Rivas. Universidad Veracruzana, 2009.
Enigma
Octavio Paz
Nacimos de una pregunta, cada uno de nuestros actos es una pregunta, nuestros años son un bosque de preguntas, tú eres una pregunta y yo soy otra, Dios es una mano que dibuja, incansable, universos en forma de preguntas.
Fuente: Octavio Paz. Obra poética. Obras completas VII. FCE. 2014
El amor después del amor
Derek Walcott
El tiempo vendrá cuando, con gran alegría, tú saludarás al tú mismo que llega a tu puerta, en tu espejo, y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro, y dirá, siéntate aquí. Come. Seguirás amando al extraño que fue tú mismo. Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor a ti mismo, al extraño que te amó toda tu vida, a quien no has conocido para conocer a otro corazón, que te conoce de memoria. Recoge las cartas del escritorio, las fotografías, las desesperadas líneas, despega tu imagen del espejo. Siéntate. Celebra tu vida.
Fuente: www.zendalibros.com
La palabrita
Alejandro Aura
Una palabrita fina con la cintura delgada, pasa por ella en domingo, llevarle medias para sus piernas largas, una palabrita fina para ponerle un poema, una palabirta fina y caliente desnuda de pretensiones y morena para pasar el sueño y los ensueños con ella, el deseo de esos ratos de abulia frutal en que la palabra escotada tiene la palabra por derecho del cuerpo y si lo usa con la espigada tensión del trópico que la conmueve y baila, qué rica la palbrita, una palabra fina, ya la quiero, ya la quiero.Duro con ella duro muy duro con ella y sin descanso Que no alce la cabeza que no se atreva siquiera a suplicar que pierda la voz duro duro duro con ella pana Que sepa quien manda que no ande al carajo como güisa en los portales que se arrepienta de dormir en hoteles de lujo que renuncie al abrazo de gerentes y soldados Duro con ella hasta que aprenda hasta que nunca más se ponga entre mayúsculas Duro con ella duro muy duro hasta molerla que reviente la puerca la maldita la increíble que explote la tremenda la copulante la insidiosa Duro con ella hasta encontrarla ausente y descreída duro con ella con esta absurda torpe y loca poesía.
Fuente: Alejandro Aura. Poesía 1963-1993. Lecturas mexicanas. Conaculta. 1998
Duro con ella
Fernando Nieto Cadena
Duro con ella duro muy duro con ella y sin descanso Que no alce la cabeza que no se atreva siquiera a suplicar que pierda la voz duro duro duro con ella pana Que sepa quien manda que no ande al carajo como güisa en los portales que se arrepienta de dormir en hoteles de lujo que renuncie al abrazo de gerentes y soldados Duro con ella hasta que aprenda hasta que nunca más se ponga entre mayúsculas Duro con ella duro muy duro hasta molerla que reviente la puerca la maldita la increíble que explote la tremenda la copulante la insidiosa Duro con ella hasta encontrarla ausente y descreída duro con ella con esta absurda torpe y loca poesía.
Fuente: Fernando Nieto Cadena. Duro con ella. UJAT. 2003
Los pobres en la estación de autobuses
Ledo Ivo
Los pobres viajan. En la estación de autobuses levantan los pescuezos como gansos para mirar los letreros del autobús. Sus miradas son de quien teme perder alguna cosa: la maleta que guarda un radio de pilas y una chaqueta que tiene el color del frío en un día sin sueños, el sandwich de mortadela en el fondo de la mochila, y el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos. Entre el rumor de los alto-parlantes y el traqueteo de los autobuses temen perder su propio viaje escondido en la neblina de los horarios. Los que dormitan en las bancas despiertan asustados, aunque las pesadillas sean un privilegio de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos. En las filas los pobres asumen un aire grave que une temor, impaciencia y sumisión. ¡Qué grotesco son los pobres! ¡Y cómo molestan sus olores aun a la distancia! No tienen la noción de los conveniente, no saben portarse en público. El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado que del sueño retuvo apenas la legaña. Del seno caído e hinchado un hilillo de leche escurre hacia la pequeña boca habituada al lloriqueo. En los andenes van y vienen, saltan y aseguran maletas y paquetes, hacen preguntas impertinentes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas y contemplan las portadas de las revistas con aire espantado de quien no sabe el camino del salón de la vida. ¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas extravagantes, esos amarillos de aceite de dendé que lastiman la vista delicada del viajero obligado a soportar tantos olores incómodos, y esos rojos chillantes de feria y parque de diversiones? Los pobres no saben viajar ni saben vestirse. Tampoco saben vivir: no tienen noción del confort aunque algunos de ellos tengan hasta televisión. Verdaderamente los pobres no saben ni morir. (Tienen casi siempre una muerte fea y de mal gusto) Y en cualquier lugar del mundo molestan, viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares aun cuando vayamos sentados y ellos viajen de pie.
Fuente: www.palabravirtual.com
Poema de amorosa raíz
Alí Chumacero
Antes que el viento fuera mar volcado, que la noche se unciera su vestido de luto y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo la albura de sus cuerpos. Antes que luz, que sombra y que montaña miraran levantarse las almas de sus cúspides; primero que algo fuera flotando bajo el aire; tiempo antes que el principio. Cuando aún no nacía la esperanza ni vagaban los ángeles en su firme blancura; cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios; antes, antes, muy antes. Cuando aún no había flores en las sendas porque las sendas no eran ni las flores estaban; cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, ya éramos tú y yo.
Fuente: Alí Chumacero. Pasa el desconocido. Antología personal de Alí Chumacero. Asociación Nacional del Libro. 2017
Improvisaciones
Salvador Cordova León
¿Cómo estamos? La pregunta no tiene ningún objeto Sé la respuesta: Vamos tirando… H.G.V.
1 Como gitanos la ciudad fue nuestra y nunca propia compartimos todo forasteros en apuros nos deseamos buena suerte al despedirnos 2 No me haces falta Caray cómo se extrañan los zapatos viejos que un pariente se ha llevado la marca de vino que ya no se fabrica la taza de café a punto el brillo de los ojos al descubrir que me aproximo los cigarros en la mano la cena improvisada de cumpleaños el aire cotidiano en los pulmones No No me haces falta 3 La función ha concluido es hora de volver a casa sin la posibilidad de seguir actuando me dedico a pequeños menesteres 4 Es mejor callar escribir otras historias alguien podía sonreírse con desdén.
Fuente: Y también soy... Salvador Códova León. UJAT. 2014
Lo que aprendí de todo
Juan Domingo Argüelles
Esto es lo que aprendí al cabo de los años. Aprendí que el amor es escaso y secreto, que la credulidad no tiene límites, que lo más perdonable es el error, que el bien y la verda son casi inexistentes, que todo lo que somos lo somos por los otros, que el destino está escrito y no puede cambiarse, que no hay peor justicia que la de la Justicia que no hay mayor miseria que el Poder; que la belleza siempre es un milagro, que el olvido no existe sin el perdón, que el viajero es quien menos ha viajado, que no hay vicio más triste que la maldad, que la arrogancia nace de la falta de espíritu, que si nadie te ama, te lo mereces, que el amor si lo tienes es siempre merecido, que la fe no ha movido jamás una montaña, que la razón no siempre tiene razón; que la literatura jamás es suficiente, que la locura es signo de lo normal, que la felicidad dura un instante, que saber lo que somos es imposible, que olvidar es el don acaso más dichoso, que la música es fruto de lo sublime, que no existe más tiempo que el presente, que el presente es la sombra de lo que fuimos, que nuestra identidad es la insatisfacción; que nos volvemos buenos con la muerte, qie la herida más honda la ocasiona el amor, que somos más dañinos mientras más infelices, que el odio nos conduce a la destrucción, que la posteridad es el lujo más tonto, que el infierno y el cielo son sólo dos ficciones que nacieron del miedo y de la vejez, y que, al final de todo, volvemos a ser niños que sobreviven gracias a los demás.
Fuente: Juan Domingo Argüelles. El último strike. Laberinto-UJAT. 2016
Sesenta y ocho
Gladys Fuentes Milla
Estoy llorando amor mío de mí como un animal como un cenzontle canto tu nombre pidiendo que vuelvas Lloro como una lechuza en el monte anunciando su muerte y unto de llanto al aire a la más triste tristura en esta noche en que no sé nada de ti más que tu silencio largo y pesaroso que se hunde en mi pecho como una esquirla de metralla mezcla de olvido y de ausencia Me estoy apagando amor mío de mí y para siempre mío como el farol de la esquina de un recuerdo antiguo en la memoria como el humo disipado de un tren sin vía -poco a poco lentamente me desdibujo en la historia de este amor que jamás fue a ninguna parte
Fuente: Al viento tu pelo que huele a lima. Casalia Ediciones. 2018
Imagino
(fragmentos)
Ángel Vargas
Imagino una voz un pasaje que acople la cabeza y el pecho como engrane. Una voz en erección creciendo sin verdugo. Imagino el umbral un sonido que se abra como un cuerpo que se extienda en mi cuerpo y se detenga. Me imagino en un fiato incombustible: un acorde el rumor de una navaja entrando hacia mi boca. Pero yo no soy no soy una voz soy un eco.
No recuerdo mi voz cuando despierto. Me llevan en un carruaje oscuro hacia Venecia. Duermo como se puede hacer entrecortado. Me río de la vida y del modo en que Dios ordena sus afijos: si fuera desmontable y si fuera tan bueno regalaría mi nombre a los desposeídos. Pero no bastaría si dijeran Gaetano como recitativo para colmar su hambre.
Fuente: A pesar de la voz. Mantis Editores Luis Armenta Malpica-Secretaría de Cultura de Jalisco. 2016
El día, un laberinto
Ida Vitale
El día, un laberinto donde sólo tienes luz unos minutos. Te asomas a la mesa que marea, miras papeles, mares que se ajan, letras confusas, hojas de otro otoño, el registro del día, el laberinto, dónde sólo tuviste luz unos minutos.
Fuente: Poesía reunida. Tusquets Editores. 2019
Ser un inútil anhelar
Juan de Tasis, Conde de Villamediana
Debe tan poco al tiempo el que ha nacido en la estéril región de nuestros años, que premiada la culpa y los engaños, el mérito se encoge escarnecido. Ser un inútil anhelar perdido, y natural remedio a los extraños, avisar las ofensas con los daños, y haber de agradecer el ofendido. Máquinas de ambición, aplausos de ira donde sólo es verdad el justo miedo del que percibe el daño y se retira. Violenta adulación, mañoso enredo, en fe violada han puesto a la mentira fuerza de ley, y sombra de denuedo.
Fuente: Primavera y flor de la literatura hispánica. Dámaso Alonso, Eullia Galvarriato de Alonso y Luis Rosales. Selecciones del Reader´s Digest, tomo segundo. Madrid, 1966.
Leyendo a Óscar Oliva
José Revueltas
De la muerte, no. Sálvenme de la vida sálvenme de mis ojos ya invadidos de gusanos, de la herrumbre de mis huesos y del alma. Atrás, doctores, hechiceros, sacerdotes, oradores, ideologías en acecho: de morir, no. Sálvenme de la vida eterna, de las cosas que toco y miro, sálvenme del amor y de mis padres muertos, sálvenme de este no ser en perpetua agonía. México, 14 de junio de 1973
Fuente: El propósito ciego. Edición de José Manuel Mateo. FCE. 2014
Sonidos de silencio
María Auxiliadora Álvarez
La muerte borra los sobresaltos no hay prisas no hay esperas palabras por guardar La muerte borra lo escrito seca lo húmedo entibia lo frío La muerte recoge la flor en el aire y reúne sus pétalos en una misma caída
Fuente: Las nadas y las noches. Prólogo de Julio Ortega. Candaya. 2009
Vuelo de cuervos
Eugenio Montejo
En el diario que he abierto esta mañana, mis ojos, mis anteojos, solo miran bandadas rápidas de cuervos que se elevan volando entre las páginas. Con las plumas tiznadas por funestas noticias y graznidos que cubren la tierra, uno a uno encarnando su letra ascienden o declinan hasta juntarse en largos titulares. Cuervos del odio grabados en signos cósmicos, aleteando entre el mundo y nosotros; cuervos reiterativos, con erratas, interpuestos, silentes, sintácticos, reciente aún la tinta de sus alas y negra la sangre.
Fuente: Alfabeto del mundo. FCE. 1986
Al Cristo de mi estudio
Manuel Ponce
¿Cuándo murió mi corazón inerte, que no muere de verte ajusticiado, pendiente del marfil donde, labrado, es una fácil alegría verte? Rota el ara, la vida se te vierte por la heráldica brecha del costado, ¡oh cántico de cisne asilenciado y torre en los suburbios de la muerte! Yo en flores, Tú en escarcha estás cautivo; Tú en tinieblas, yo en luces me derramo, Y en tu divisa gozo, sufro y amo. Por una parte lloro compasivo, mientras por otro olvido tu reclamo, y es que de puro simulacro vivo.
Fuente: El jardín increíble. Editorial JUS. 1950
Décimas a Dios
Guadalupe Amor
Dios, invención admirable, hecha de ansiedad humana y de esencia tan arcana que se vuelve impenetrable. ¿Por qué no eres tú palpable para el soberbio que vio? ¿Por qué me dices que no cuando te pido que vengas? Dios mío, no te detengas, o ¿quieres que vaya yo? El inventarte es posible… Difícil es sostener la potencia de tu ser, ser absoluto, intangible. El que seas invisible no es el misterio más hondo. Exaltada hallo tu fondo, mas cesa mi exaltación, y tu admirable visión en mi pensamiento escondo. Yo siempre vivo pensando cómo serás si es que existes; de qué esencia te revistes cuando te vas entregando. ¿Debo a ti llegar callando para encontrarte en lo oscuro, o es el camino seguro el de la fe luminosa? ¿Es la exaltación grandiosa, o es el silencio maduro?
Fuente: Guadalupe Amor. Décimas a Dios. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. 2018
El amor
Efraín Huerta
El amor viene lento como la tierra negra, como luz de doncella, como el aire del trigo. Se parece a la lluvia lavando viejos árboles, resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio, larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras, un chorro de granizo o fría seda educada. Es como el sol, el alba: una espiga muy grande. Yo camino en silencio por donde lloran piedras que quieren ser palomas, o estrellas, o canarios: voy entre campanas. Escucho los sollozos de los cuervos que mueren, de negros perros semejantes a tristes golondrinas. Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta, tu azul melancolía, tu garganta morena y esa voz de cuchillo que domina mis nervios. Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento, el olor de la niebla, el murmullo del tiempo. Enséñame tu forma de gran lirio salvaje: cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho, cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas y en tus largos cabellos las dolientes violetas. Yo camino buscando tu sonrisa de nube, tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre. Yo voy por el amor, por el heroico vino que revienta los labios. Vengo de la tristeza, de la agria cortesía que enmohece los ojos. Pero el amor es lento, pero el amor es muerte resignada y sombría: el amor es misterio, es una luna parda, larga noche sin crímenes, río de suicidas fríos y pensativos, fea y perfecta maldad hija de una Poesía que todavía rezuma lágrimas y bostezos, oraciones y agua, bendiciones y penas. Te busco por la lluvia creadora de violencias, por la lluvia sonora de laureles y sombras, amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada, finalmente destruida por un alba de odio.
Fuente: Efraín Huerta. Antología poética. Fondo de Cultura Económica. 2017
Azar
Zel Cabrera
El amor es ese perro viejo que no intentará escaparse apenas abras la puerta de la casa. Pero no, a ti no se te da eso de cuidar mascotas, tú prefieres dejar que se sequen las plantas que compras para adornar el departamento o pagar el predial en días extemporáneos. El azar es como el amor o quizá el amor es como esa moneda que tiras para cambiar de ruta, águila o sol, no importa mucho el resultado.
Fuente: Zel Cabrera. Perras. Fondo de Cultura Económica. Colección: Tierra Adentro. 2019
Ritmo 0
Marina Abramovic
Esther M. García
Hay setenta y dos objetos en la mesa que pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto Un objeto que flota en medio de un cuarto blanco con olor a limpio Un objeto que es un cuerpo que es una carne un útero esperando el destazamiento Un cuerpo con forma de mujer con senos de mujer vientre de mujer sal y desechos de muerte muerte chorreando entre los muslos deslizándose entre las pantorrillas roja fuente de dolor Hay setenta y dos objetos en la mesa que pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto Yo soy el animal herido puesto en la mesa de disección Espero ansiosamente el corte Amputación transversal del pubis inserción higiénica de instrumentos en la vagina Doctor dígame veáme Hay 72 objetos a su disposición ¿Con cuál me lastimará primero? Rasgará mi piel con cuchillas Me cortará el útero en pequeños pedacitos Pintará mi sexo con fluidos y sangre Limpiará la suciedad del cuerpo echando agua fría a mi vulva Decorado, coronado con espinas y rosas rojas dejará mi pubis inservible Cuando todo esté terminado encañonará un arma cargada en mi entumida flor de carne negra
Fuentes: Esther M. García. Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas. Universidad Autónoma del Estado de México. Toluca, Estado de México. 2017
Guárdame en ti
Raúl Zurita
Amor mío: guárdame entonces en ti en los torrentes más secretos que tus ríos levantan y cuando ya de nosotros sólo que de algo como una orilla tenme también en ti guárdame en ti como la interrogación de las aguas que se marchan Y luego: cuando las grandes aves se derrumben y las nubes nos indiquen que la vida se nos fue entre los dedos guárdame todavía en ti en la brizna de aire que aún ocupe tu voz dura y remota como los cauces glaciares en que la primavera desciende.
Fuente: www.poemasdelalma.com
El viajero
Antonio Machado
Está en la sala familiar, sombría, y entre nosotros, el querido hermano que en el sueño infantil de un claro día vimos partir hacia un país lejano. Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mechón sobre la angosta frente; y la fría inquietud de sus miradas revela un alma casi toda ausente. Deshójanse las copas otoñales del parque mustio y viejo. La tarde, tras los húmedos cristales, se pinta, y en el fondo del espejo. El rostro del hermano se ilumina suavemente. ¿Floridos desengaños dorados por la tarde que declina? ¿Ansias de vida nueva en nuevos años? ¿Lamentará la juventud perdida? Lejos quedó -la pobre loba- muerta. ¿La blanca juventud nunca vivida, teme, que ha de cantar ante su puerta? ¿Sonríe al sol de oro de la tierra de un sueño no encontrada; y ve su nave hender el mar sonoro, de viento y luz la blanca vela hinchada? Él ha visto las hojas otoñales, amarillas, rodar, las olorosas ramas del eucalipto, los rosales que enseñan otra vez sus blancas rosas... Y este dolor que añora o desconfía el temblor de una lágrima reprime, y un resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime. Serio retrato en la pared clarea todavía. Nosotros divagamos. En la tristeza del hogar golpea el tic-tac del reloj. Todos callamos.
Fuente: Antonio Machado. Antología. España: Salvat Editores. 1982
Oración por Marilyn Monroe
Ernesto Cardenal
Señor recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe, aunque ése no era su verdadero nombre (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar) y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje sin su Agente de Prensa sin fotógrafos y sin firmar autógrafos sola como un astronauta frente a la noche espacial. Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times) ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas. Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras. Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno pero también algo más que eso… Las cabezas son los admiradores, es claro (la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz). Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox. El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones. Señor en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad, Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine. Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor). Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos, el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo. Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros por nuestra 20th Century por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado. Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes. Para la tristeza de no ser santos se le recomendó el Psicoanálisis. Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena y cómo se fue haciendo mayor el horror y mayor la impuntualidad a los estudios. Como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine. Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva. Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados que cuando se abren los ojos se descubre que fue bajo reflectores ¡y se apagan los reflectores! Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico) mientras el Director se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada. O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor vistos en la salita del apartamento miserable. La película terminó sin el beso final. La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono. Y los detectives no supieron a quién iba a llamar. Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER O como alguien que herido por los gangsters alarga la mano a un teléfono desconectado. Señor: quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar y no llamó (y tal vez no era nadie o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles) ¡contesta Tú al teléfono!
Fuente: www.hablacultura.com
Donde la rosa estaba
Walter de la Mare
Sólo está el viento donde la rosa estaba, Fría la lluvia donde estaba la hierba, Y nueves como ovejas Trepan por los arbustos Y grises cielos donde la alondra estaba. No está ya el oro donde tu pelo estaba No está el calor donde estaba tu mano, Sino vago, perdido Debajo del espino, Tu espectro estaba donde tu rostro estaba. Triste el viento donde estaba tu voz, Lágrimas donde mi corazón estaba, Y ya siempre conmigo, Hijo, siempre conmigo, Sólo el silencio donde estaba la esperanza.
Fuente: www.literaturafrancesatraducciones.blogspost
Domingo
Ramón Galguera Noverola
Las calles son más largas en el domingo mudo, todas ellas iguales… de una tristeza igual. Los árboles del parque, silentes y desnudos. El reloj de la esquina se ha hechado a roncar. El sol, que entra con miedo, rompiendo los cristales, tiene el dolor que tienen los soles de hospital. Mañana de recuerdos; amor en primavera, Nostalgias en el alma de un canto tropical; La guanábana exhúbera «que se viste de seda» Y la roja sandía, bandera nacional. El caimán, que con lágrimas forja perlas de luna, El mar que ruge y clama como una tempestad, las mórbidas caderas que la palmera ondula y el río que solloza con voz de eternidad. Domingo silencioso, de la ciudad ruidosa, Domingo de ciudad Con sus calles más largas, Todas ellas iguales… de una tristeza igual.
Fuente: “Nocturnos horizontales” Ramón Galguera Noverola. Gobierno del Estado de Tabasco. Colección poesía reunida. 2003
¡Todo era amor!
Oliveiro Girondo
¡Todo era amor… amor! No había nada más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor. Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre. Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas. Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas… Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso… Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas. Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada. Amor impostergable y amor impuesto. Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amor-amor que es, simplemente, amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!
Fuente: www.ciudadseva.com
Balada de los señores de antaño
Francois Villon
¿Dónde está Calixto Tercero, que papa fue por cuatro años, último muerto de ese nombre? ¿Y el muy gracioso Borbón Carlos, Arturo, el duque de Bretaña, Alfonso en Aragón reinando y Carlos Séptimo triunfante? Mas ¿dónde el bravo Carlomagno? ¿Y el rey de Escocia, que tenía una mejilla -se ha contado color sangre desde la frente hasta debajo de los labios? ¿Y el valeroso rey de España cuyo nombre se me ha olvidado? ¿Y el muy famoso rey de Chipre? Mas ¿dónde el bravo Carlomagno? Renuncio a hablar de glorias idas: el mundo es sólo un sueño vano. Nadie triunfa sobre la muerte, no la detienen los palacios. Una pregunta aun formulo: aquel rey de Bohemia, Lazlo ¿dónde está, dónde está su abuelo? Mas ¿dónde el bravo Carlomagno? ¿Dónde el conde delfín de Auvernia? ¿Dónde el astuto y buen Bernaldo? ¿Dónde el difunto Juan Primero? Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?
Fuente: www.ciudadseva.com
Vida de perros
Hernán Lavín Cerda
¡Qué perro tan neurótico! Solamente ladra cuando no quiere, y de pronto no ladra cuando quiere. Debe ser un alemán o un japonés: no creo que sea un perro gringo, pero quién sabe. ¿Alguno de ustedes, oh, mis fieles e infieles lectores, se atrevería a decir la última palabra?
Los gringos tienen humor y sonríen como Judas Iscariote, no, más bien como San Judas Tadeo, aunque a veces ladran y ladran y ladran sin tregua, exhibiendo o escondiendo sus lenguas muy filudas, en un delirio que va más allá del delirio de los japoneses y los alemanes.
¡Qué perros tan neuróticos! ¡Esquizoperros, no hay duda, oooh Virgen del Asombro y de la Gran Cabeza, esquizoperros! ¡Qué perros tan esquizofrénicos!
De cualquier modo, es preciso ladrar cuando hay que ladrar, ladrar y seguir ladrando, más allá de los ale-manes y los japoneses. Si no ladramos por encima y por debajo del mundo, corremos el peligro de perder no sólo la calma sino también la razón.
¿Quién ladra cuando habla? ¡Esquizoperros, lenguas y besos de Judas, esquizoperros! ¿Quién habla cuando ladra?
Fuente: Antiguas y nuevas visiones del Lobo Sapiens. Hernán Lavín Cerda. UNAM. Colección “Material de lectura”. 2016
Lucius Atherton
Edgar Lee Master
Cuando se me rizaba el bigote y mi pelo era negro, cuando me ponía pantalones ajustados y un diamante en el cuello, fui excelente raptor de corazones: burlé a muchas. Pero cuando hicieron las canas su acto de presencia... ¡ay! una nueva generación de muchachas se reía de mí, sin tenerme miedo, y ya no tuve más aventuras emocionantes en las que por poco me mataran por sinvergüenza desalmado; sólo amoríos secos, amoríos recalentados de otros días, de otros hombres. Y pasaron los años hasta que me fui a vivir al restorán de Mayer donde comía entremeses, gris, desgreñado, don Juan rural sin dientes, rechazado. Hay una sombra poderosa que canta aquí de una que se llama Beatriz. Ahora puedo ver que el poder de su grandeza me llevó a reptar por el más bajo de los fondos.
Fuente: Edgar Lee Master. Antología Spoon River. 1915
El té
Irene Gruss
Está sentada frente a mí y hace ruidos con la taza, la golpea sin querer. Está loca pero la que desea matarla soy yo. Si le comento cualquier asunto, ella pregunta con tono de loca más que dubitativa: ¿ah, sí? Ahora está diciéndome que hay vidrios rotos en su barriga, la cortan, duele. Miro la taza que golpeaba, intacta, y el té que viene hacia mí, de a poco, rogando algo que no entiendo. El líquido toma una forma que me asusta, y al mismo tiempo sé que lo que pide es piedad, ayuda; es té tibio sobre la mesa y es mi hermana.
Fuente: Humo. Antología personal, Irene Gruss. Ediciones Ruinas Circulares, colección Iluminaciones. 2018. Buenos Aires, Argentina.
Haikus de Sueño de la libélula
Natsume Sōseki
yuku toshi ya neko uzukumaru hiza no ue Ya el año pasa. Se me acurruca el gato en mis rodillas. * kuragari ni zookin wo fumu samusa kana Con todo oscuro, pisé un trapo mojado. Me invadió el frío. * waga kage no fukarete nagaki kareno kana Un largo páramo, donde mi propia sombra la estira el viento. * shoo-shoo no ame to kiku ran yoi no togi Oigo esa lluvia triste: mi compañera en esta tarde. * aki tatsu ya hitomaki no sho no yominokoshi Pasa el otoño. Y el libro que leía lo dejo a medias.
Fuente: Sueño de la libélula, Natsume Sōseki. Selección, traducción y comentarios de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Editorial Satori, colección Maestros del Haiku, España, 2013.
Poema
Oh Sae-young
Dicen que «la montaña es verde y el río fluye», pero el lenguaje es agua montada en el sonido como flecha que vuela. De letra a letra y sílaba a sílaba se combinan: a veces forman un lago, otras una cascada o la frase de un río. El sonido del agua y el lenguaje congelado, cuando se hiela, se convierte en prosa; cuando arroja vapor y está hirviendo el lenguaje se hace poema. No como el hielo de la tierra, sino como arco iris que ilumina ese espacio absoluto, la poesía debe ser agua que arde.
Fuente: El cielo de Dios también tiene oscuridad, Oh Sae-young, versión del coreano de Joung Kwon Tae. Editorial Vuelta, México. 1997
Vivir con el lodo entre las patas
Nanao Sakaki
Si escuchaste cosas feas lávate las orejas Si viste cosas sucias lávate los ojos Si tuviste pensamientos ruines lávate el corazón Pero siempre déjate el lodo entre las patas.
10 de octubre de 1983 Río Chūbetsu, Hokkaidō
Fuente: Cactus del viento, Nanao Sakaki. Selección de poemas del título original: Kokoperi no ashiato [ココペリの足あと], Shichōsha [思潮社], Tokio, 2010. Traducción de Yaxkin Melchy Ramos. Asociación de Escritores de México A. C., colección Colores Primarios, segunda edición, 2018, Ciudad de México, México.
Los poemas de amor de Marichiko, XLII
Kenneth Rexroth
Cuántas vidas hace que nadé por primera vez en el torrente del amor, para descubrir al fin que la orilla es inalcanzable. Y sin embargo sé que voy a seguir nadando y nadando.
Fuente: Los poemas de amor de Marichiko, Kenneth Rexroth. Versiones de Pablo Boullosa, Verdehalago, México, 2005.
Propileo
Jaime Siles
A ti, idioma de agua derrotado, a ti, río de tinta detenido, a ti, signo del signo más borrado, a ti, lápiz del texto más temido, a ti, voz de lo siempre más negado, a ti, lento silencio perseguido, a ti, este paisaje convocado, a ti, este edificio sugerido, a ti, estas columnas levantadas, a ti, los arquitrabes reflexivos, a ti, las arquivoltas consagradas, a ti, los arbotantes disyuntivos, a ti, mar de las sílabas contadas, esta suma de sones sucesivos.
Fuente: Poesía y poética. Jaime Siles, volumen 15. (2007). Fundación Juan March. Madrid, España
Si el poema no nace…
Rafael Cadenas
Si el poema no nace, pero es real tu vida, eres su encarnación. Habitas en su sombra inconquistable. Te acompaña diamante incumplido.
Fuente: Obra entera. Poesía y prosa (1958-1998), Rafael Cadena. Fondo de Cultura Económica, colección Poesía. México, 2009.
Tiempo de fuga
Introducción
Carmen de Mora
Vamos, amor, a descansar un poco de tu cisura que nos mueve a fuego; ya con sufrirla en persistente riego no hay paliativos y ánimo tampoco. Por eso quiero proponerte un loco tiempo de fuga. Trataremos luego de ser valientes y mostrar apego al precipicio que contigo toco. Pero necesitamos el sedante: vámonos a buscar montes y cielos, crepúsculos tallados en diamante. Cuando así nos hagamos de pañuelos que restañen la carga dominante, será cuestión de trajinar desvelos.
Fuente: Nueva antología de poetas tabasqueños contemporáneos. Tomo I. Edición de Marco Antonio Acosta. UJAT, 2006.
Relación de los hechos
José Carlos Becerra
Esta vez volvíamos de noche, los horarios del mar habían guardado sus pájaros y sus anuncios de vidrio, las estaciones cerradas por día libre o día de silencio, los colores que aún pudimos llamar humanos oficiaban en el amanecer como banderas borrosas. Esta vez el barco navegaba en silencio, las espumas parecían orillar a un corazón desgarrado por los hábitos de la noche. Algo teníamos en el tumbo lejano de las olas, en la vaga mención de la tierra que en la forma de un ave el cielo retuvo un momento en la tarde contra su pecho, algo teníamos en el empuje ahora sosegado, fresco y oscuro de las mareas. Más allá del mensaje radiado por los cabellos de los ahogados, de la bajamar que deja grises los labios como el dolor inexperto, de las maderas podridas y la sal constituida por el crimen de las aglomeraciones solitarias, del pecho marcado por el hierro del silencio; más allá, el chillido del pájaro marino que demuele la tarde con un picotazo en el poniente, la mujer que atraviesa la noche con una inscripción azul en los ojos, el hombre que juega distraído con el amanecer como con un cuchillo filoso y deslumbrante. Sólo el rumor de la brisa entre las cuerdas, la respiración apaciguada de los dormidos como si no descansaran sobre el mar, sino a la sombra del hogar terrestre. Sólo el rumor de la brisa entre las cuerdas, el ritmo latente del otoño que se acerca a la tierra para enumerarla. Así nos tendíamos en el túnel secreto del amanecer, alcobas que nos asumían fuera de horarios, hoteles señalados para dormir bajo el ala del invierno, en el recuerdo contradictorio que se establece en nuestro corazón como un depósito de estatuas. Sólo hablábamos debajo de la sal, en las últimas consideraciones de la estación lluviosa, en la espesa humedad de la madera. Sólo hablábamos en la boca de la noche, allí escuchábamos los nombres que las aguas deshacían olvidando. Mi camisa estaba llena de huellas oscuras y diurnas, y la Palabra, la misma, devorando mi boca, comiendo como un animal hambriento en el corazón de aquel que la padece y la dice. Yo miraba igual que los ríos, verificaba las rotas murallas, los andrajos humanos que la eternidad retiraba de la muerte igual que retiran el vendaje de la herida curada. Yo descubría pasos en el amanecer y me cegaba aquel silencio que como mano oscura parecía cubrir la vida de todo lo dormido. También el mar volvía, volvía el amanecer con su cabeza incendiada. Y yo reconocía en el olor de la brisa la cercanía de las estaciones, el lenguaje que despierta en la boca de los dormidos como un enjambre de insectos húmedos y brillantes. Y tú también volvías, volvías de alguna forma de mirar, de algún desenlace; vana donde tu cuerpo carecía de espacio, en tu propio centro de navegación, en ese espacio que tu tristeza concedía al rumor de las aguas. Incorporabas tus ojos al desenlace nocturno, meditabas tu sangre en todos los espejos penetrados por el animal de la niebla. Y eras tú, de pie en tus ojos, como aquella que alimenta su desnudo con viento, tú como la inminencia del amanecer que rodea con un corazón amarillo a los labios. Tú escuchando tu nombre en mi voz como si un pájaro escapado de tus hombros se sacudiera las plumas en mi garganta; desenvuelta y solitaria, con entrecerrada melancolía, mirándome. Y éramos los dos asiduos a las lluvias que desentierran en esa pregunta que pesa tanto en los labios, el otoño al abismo, que cae al fondo de nuestra voz sin remedio o se agazapa en un rincón oscuro como un perro asustado al que es inútil llamar dulcemente. Y sin embargo, allí estábamos, allí estábamos cuando las manos se enlazan y rozan al corazón soñoliento como una suave advertencia, en esa búsqueda, cuando el presentimiento de los cuerpos son los labios. Cuerpo de viaje cuya mejor señal es una cicatriz de nube, tú también habías escuchado en quién sabe qué momento del sosiego nocturno, ese rumor de tela que va enlazando al océano cuando amanece, esa primera tibieza destinada sólo para los cuerpos enlazados. El primer rayo de sol ya ponía su adelfa en el agua, y un roce de astros, de manos más pálidas que el esfuerzo de atardecer, aún tocó el horizonte que el mar retiraba. Esta vez volvíamos, el amanecer te daba en la cara como la expresión más viva de ti misma, tus cabellos llevaban la brisa, el puerto era una flor cortada en nuestras manos.
Fuente: José Carlos Becerra. El otoño recorre las islas. ERA y UAM. 1997.
Un arte
Elizabeth Bishop
No es difícil dominar el arte de perder; tantas cosas se empeñan en perderse que su pérdida no es ningún desastre. Pierde algo cada día. Acepta el sobresalto de las llaves perdidas, de la hora malgastada. No es difícil dominar el arte de perder. Practica entonces perder más, y más rápido: caras, y nombres, y los sitios que pensabas conocer. Nada de esto acarreará un desastre. Perdí el reloj de mi madre, y ¡fíjate!, la última o penúltima de tres casas que amé ya no está. No es difícil dominar el arte de perder. Perdí dos ciudades adorables. Y, todavía más, algunas de mis posesiones, dos ríos, un continente. Los echo de menos, pero no fue ningún desastre. Incluso al perderte (la voz burlona, un gesto que adoro) no habré mentido. Es evidente que es muy difícil dominar el arte de perder aunque parezca (¡anótalo!) un desastre.
Fuente: Obra completa. I Poesía. Traducción de Jeannette Clariond. Esenciales Poesía. Vaso Roto. 2016.
Los golpeadores
Denise Levertov
Un hombre sentado junto a la cama de una mujer a quien golpeó, cura sus heridas, suavemente palpa los moretones. La sangre forma un charco a su alrededor, se oscurece. Atónito, se da cuenta que ha comenzado a quererla. Siente terror. ¿Por qué nunca había visto, antes, lo que era? ¿Y si deja de respirar? Tierra, ¿será que no podemos amarte a menos que creamos que el fin se aproxima? ¿Qué no creamos en tu vida a menos que pensemos que agonizas?
Fuente: Antología poética. Selección, traducción y prólogo de Cynthia Mansfield. Alción Editora, 2001.
Es un hospital de pájaros
Citlali Guerrero
1456
La batalla de san Romano
La voz de un petirrojo
En 1456 Juan de Luna y Pimentel, noble castellano, vivía en casa de La luna, azorado por el viento cálido de su cobardía.
Murió en declive, justo el día en que Paolo Uccello terminó los frescos de la Batalla de san Romano.
De esta imagen no conservo ningún recuerdo. Mientras hablo podría cruzar la voz de un petirrojo y dormir entre dragones de infinita luz.
En su lugar, entro al hospital de pájaros y un aleteo remueve el caos.
La vida imaginaria de las aves es un resplandor tocado por los ángeles.
Aparecen más cadáveres que pájaros en los campos de batallas.
El ave sestea, se topa con un ángel herido.
Es un caballo blanco plantado en una superficie gris, contiene pequeños huecos que simulan agujeros negros. En el fondo, nebulosos hombres
caen al pie de los árboles marchitos.
La velocidad del tiempo es energía condensada.
A pesar de que Paolo Uccello era un gran aficionado de las aves, en sus frescos abundan los caballos. Nada es extraño, también hay hospitales para hombres que saben emprender el vuelo.
Fuente: Días de sueños y pesadillas. Instituto Sinaloense de Cultura, 2019.
Cincuentenario
José Ángel Valente
En mi cincuenta aniversario, solo o mientras se oía el piano de Thelonius Monk mojado por la lluvia, tuve dolor costal y fuertes calenturas, coloqué como pude un pétalo en el ojo izquierdo, saqué brillo al derecho y fuerzas de miseria y en posición marcial saludé a las modestas señales del futuro.
Fuente: Obra poética 2. Material memoria (1977-1992). Alianza Literaria, 2001.
Lugar común
José Barroeta
Hemos puesto los puntos sobre las íes. La calle cae y al fondo, donde queda la deriva, abundan letreros, cartas abandonadas viejos burgueses enfermos de amor. Hay un amarillo, un golpe de ginebra en los lugares desleídos por el fastidio y la intimidad de las tormentas. Hay un mesón donde bebemos y escribimos versos inútiles a un amigo que pone puntos sobre las íes en invierno y llega a veces hasta aquí alto y enfermo como los poemas que pensamos por si viene Dios.
Fuente: Todos han muerto. Poesía completa (1971-2006). Presentación de Eugenio Montejo / Prólogo de Víctor Bravo. Candaya, 2006.
Hernán Bravo Varela
(No recordamos a nuestro padre, recordamos
la mirada con que nos miraba nuestro padre.)
Justo Navarro
De pronto, en sobremesa, me dijiste que tenía los ojos de tu padre cuando fruncía el ceño, mirando por encima de los lentes. Y seguimos hablando de otra cosa. ¿Qué semejanza pueden tener dos hombres a quienes separa el vago parentesco de la realidad con lo visible? ¿Qué es eso que tu padre y yo miramos, ávidos de conocer el parecido que guardan los objetos y rostros encuadrados con los que se desbocan más allá de los lentes, perdiéndose de vista? ¿Es el presente, como en los caballos? Y al contrario: lo que se nos escapa, el punto indefinido, ¿es el futuro? ¿Es tiempo? ¿Es hora de pedir la cuenta? Tengo los ojos de alguien que no me vio jamás, que nunca vi. ¿Alguna vez tu padre se sentó como yo, frunciendo el ceño, te miró por encima de los lentes y fingió bostezar, cerró los ojos para volver a abrirlos, no supo distinguirte y comprendió por fin? ¿No te sostuvo, entonces, la mirada?
Fuente: Hasta aquí. Almadía, 2014.
Materia de sueño
Beatriz Pérez Pereda
Despierto de un sueño largo y no puedo caminar Mis piernas sin voluntad Mis piernas que hasta ahora observo y ya no parecen mías Regreso al sueño me digo que aún no es tiempo de levantarse * * * * Han sacado varias radiografías de mi cuerpo fotografías en blanco y negro: mi cuerpo más delgado visto sin armadura testimonio de mi adentro vestido para su dos de noviembre Y la muerte sonríe en cada placa * * * * Hoy después de tres décadas me dicen que desconozco mi cuerpo que tengo disparejos no solo los deseos sino también los huesos El miedo a mis máscaras al dúo de voces que en mí se mienten y desdicen tiene su origen en mi sangre Mi cuerpo se divide en sueño y pesadilla: soy el propio Stevenson de mi carne y entiendo que el dolor puede tener la forma curva de una cadera Ahora sé Que siempre he andado por ahí como un barco herido en el costado el ancla de las culpas me hunde de a poco y tengo acero en lugares inútiles y de azúcar escarcha los ligamentos la memoria a largo plazo Ahora sé que desconozco mi cuerpo No sé si aún tengamos tiempo para hablar para reconciliarnos
Fuente: Pérez Pereda, B. (2013). Los sueños del agua. Toluca de Lerdo, México: Ayuntamiento de Toluca.
Postales
Francisco Hernández
Como a un estanque como a un estanque a ti se asoma el día peina sus nubes * * * Sol de invierno sol de invierno campana de algodón mecida por la niebla * * * Pino seco pino seco en medio de lo verde: llamarada * * * Bajo la lluvia bajo la lluvia posa desnuda para mí la tarde * * * Peces de plata peces de plata nadan en el pirú cuando la luna * * * No hay un pájaro no hay un pájaro el árbol canta
Fuente: Hernández, F. (2016). En grado de tentativa. Poesía reunida Vol. I. México: FCE.
Retrato hablado de la fiera
Eduardo Lizalde
EPITAFIO Sólo dos cosas quiero, amigos, una: morir, y dos: que nadie me recuerde sino por todo aquello que olvidé. EL TIGRE Hay un tigre en la casa que desgarra por dentro al que lo mira. Y sólo tiene zarpas para el que lo espía, y sólo puede herir por dentro, y es enorme: más largo y más pesado que otros gatos gordos y carniceros pestíferos de su especie, y pierde la cabeza con facilidad, huele la sangre aun a través del vidrio, percibe el miedo desde la cocina y a pesar de las puertas más robustas. Suele crecer de noche: coloca su cabeza de tiranosaurio en una cama y el hocico le cuelga más allá de las colchas. Su lomo, entonces, se aprieta en el pasillo, de muro a muro, y sólo alcanzo el baño a rastras, contra el techo, como a través de un túnel de lodo y miel. No miro nunca la colmena solar, los renegridos panales del crimen de sus ojos, los crisoles de saliva emponzoñada de sus fauces. Ni siquiera lo huelo, para que no me mate. Pero sé claramente que hay un inmenso tigre encerrado en todo esto.
Fuente: Lizalde, E. (2005). Nueva memoria del tigre, poesía (1949-2000). México: FCE.
El despertar
Alejandra Pizarnik
A León Ostrov
Señor La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios Qué haré con el miedo Qué haré con el miedo Ya no baila la luz en mi sonrisa ni las estaciones queman palomas en mis ideas Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte enseña a vivir a los muertos Señor El aire me castiga el ser Detrás del aire hay monstruos que beben de mi sangre Es el desastre Es la hora del vacío no vacío Es el instante de poner cerrojo a los labios oír a los condenados gritar contemplar a cada uno de mis nombres ahorcados en la nada Señor Tengo veinte años También mis ojos tienen veinte años y sin embargo no dicen nada Señor He consumado mi vida en un instante La última inocencia estalló Ahora es nunca o jamás o simplemente fue ¿Cómo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco me esperaría con las luces encendidas? ¿Cómo no me extraigo las venas y hago con ellas una escala para huir al otro lado de la noche? El principio ha dado a luz el final Todo continuará igual Las sonrisas gastadas El interés interesado Las preguntas de piedra en piedra Las gesticulaciones que remedan amor Todo continuará igual Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo porque aún no les enseñaron que ya es demasiado tarde Señor Arroja los féretros de mi sangre Recuerdo mi niñez cuando yo era una anciana Las flores morían en mis manos porque la danza salvaje de la alegría les destruía el corazón Recuerdo las negras mañanas de sol cuando era niña es decir ayer es decir hace siglos Señor La jaula se ha vuelto pájaro y ha devorado mis esperanzas Señor La jaula se ha vuelto pájaro Qué haré con el miedo
Fuente: Pizarnik, A . (2000). Poesía completa. Barcelona, España: Lumen.
Las puertas imposibles
Pablo A. Graniel
Que no florezca todo Algo delinea también aquella rama donde no ha de cantar el pájaro Palabra de doble filo desgaja sus símbolos maduros en mi lengua corta de un tajo mis manos descubre sus raíces luminosas Para que no sean necesarias las sombras Que no florezca todo * * * Un lugar vacío hay en las palabras un silencio aparente una tormenta invisible No vive en la música el poema sino en la voracidad del grito * * * Andas triste sobre mis huesos En mis manos cantas Vibra temeroso el vacío a donde huyen tus pasos Caminar oculta es tu secreto madre humilde de lo mínimo pequeña luz desterrada de los ojos de Dios
Fuente: Graniel, Pablo A. (2010). Las puertas imposibles. Tabasco, México: Gobierno del Estado de Tabasco.
El cementerio marino
Paul Valéry
¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible!
Píndaro, Píticas III.
Calmo techo surcado de palomas, palpita entre los pinos y las tumbas; mediodía puntual arma sus fuegos ¡El mar, el mar siempre recomenzado! ¡Qué regalo después de un pensamiento ver moroso la calma de los dioses! ¡Qué obra pura consume de relámpagos vario diamante de invisible espuma, y cuánta paz parece concebirse! Cuando sobre el abismo un sol reposa, trabajos puros de una eterna causa, el Tiempo riela y es Sueño la ciencia. Tesoro estable, templo de Minerva, quietud masiva y visible reserva; agua parpadeante, Ojo que en ti guardas tanto sueño bajo un velo de llamas, ¡silencio mío!… ¡Edificio en el alma, mas lleno de mil tejas de oro. Techo! Templo del Tiempo, que un suspiro cifra, subo a ese punto puro y me acostumbro de mi mirar marino todo envuelto; tal a los dioses mi suprema ofrenda, el destellar sereno va sembrando soberano desdén sobre la altura. Como en deleite el fruto se deslíe, como en delicia truécase su ausencia en una boca en que su forma muere, mi futura humareda aquí yo sorbo, y al alma consumida el cielo canta la mudanza en rumor de las orillas. ¡Bello cielo real, mírame que cambio! Después de tanto orgullo, y de tanto extraño ocio, mas pleno de poderes, a ese brillante espacio me abandono, sobre casas de muertos va mi sombra que a su frágil moverse me acostumbra. A teas del solsticio expuesta el alma, sosteniéndote estoy, ¡oh admirable justicia de la luz de crudas armas! Pura te tomo a tu lugar primero: ¡mírate!… Devolver la luz supone taciturna mitad sumida en sombra. Para mí solo, a mí solo, en mí mismo, un corazón, en fuentes del poema, entre el vacío y el suceso puro, de mi íntima grandeza el eco aguardo, cisterna amarga, oscura y resonante, ¡hueco en el alma, son siempre futuro! Sabes, falso cautivo de follajes, golfo devorador de enjutas rejas, en mis cerrados ojos, deslumbrantes secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término y qué frente lo gana a esta tierra ósea? Una chispa allí pienso en mis ausentes. Sacro, pleno de un fuego sin materia; ofrecido a la luz terrestre trozo, me place este lugar alto de teas, hecho de oro, piedra, árboles oscuros, mármol temblando sobre tantas sombras; ¡allí la mar leal duerme en mis tumbas! ¡Al idólatra aparta, perra espléndida! Cuando con sonrisa de pastor, solo, apaciento carneros misteriosos, rebaño blanco de mis quietas tumbas, ¡las discretas palomas de allí aléjalas, los vanos sueños y ángeles curiosos! Llegado aquí pereza es el futuro, rasca la sequedad nítido insecto; todo ardido, deshecho, recibido en quién sabe qué esencia rigurosa… La vida es vasta estando ebrio de ausencia, y dulce el amargor, claro el espíritu. Los muertos se hallan bien en esta tierra cuyo misterio seca y los abriga. Encima el Mediodía reposando se piensa y a sí mismo se concilia… Testa cabal, diadema irreprochable, yo soy en tu interior secreto cambio. ¡A tus temores, sólo yo domino! Mis arrepentimientos y mis dudas, son el efecto de tu gran diamante… Pero en su noche grávida de mármoles, en la raíz del árbol, vago pueblo ha asumido tu causa lentamente. En una densa ausencia se han disuelto, roja arcilla absorbió la blanca especie, ¡la gracia de vivir pasó a las flores! ¿Dónde del muerto frases familiares, el arte personal, el alma propia? En la fuente del llanto larvas hilan. Agudo gritos de exaltadas jóvenes, ojos, dientes, humedecidos párpados, el hechicero seno que se arriesga, la sangre viva en labios que se rinden, los dedos que defienden dones últimos, ¡va todo bajo tierra y entra al juego! Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas libre ya de colores del engaño que al ojo camal fingen onda y oro? ¿Cuando seas vapor tendrás el canto? ¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa, ¡la sagrada impaciencia también muere! ¡Magra inmortalidad negra y dorada, consoladora de horroroso lauro que maternal seno haces de la muerte, el bello engaño y la piadosa argucia! ¡Quién no conoce, quién no los rechaza, al hueco cráneo y a la risa eterna! deshabitadas testas, hondos padres, que bajo el peso de tantas paladas, sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas, el roedor gusano irrebatible para vosotros no es que bajo tablas dormís, ¡de vida vive y no me deja! ¿Amor quizás u odio de mí mismo? ¡Tan cerca tengo su secreto diente que cualquier nombre puede convenirle! ¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca! ¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho, de este viviente vivo de ser suyo! ¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea! ¡Me has traspasado con tu flecha alada que vibra, vuela y no obstante no vuela! ¡Su son me engendra y mátame la flecha! ¡Ah! el sol… ¡Y qué sombra de tortuga para el alma, veloz y quieto Aquiles! ¡No! ¡No!… ¡De pie! ¡En la era sucesiva! ¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra! ¡Pecho mío, el naciente viento bebe! Una frescura que la mar exhala, ríndeme el alma… ¡Oh vigor salado! ¡Ganemos la onda en rebotar viviente! ¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios, piel de pantera, clámide horadada por los mil y mil ídolos solares, hidra absoluta, ebria de carne azul, que te muerdes la cola destellante en un tumulto símil al silencio. ¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir! Cierra y abre mi libro el aire inmenso, brota audaz la ola en polvo de las rocas! ¡Volad páginas todas deslumbradas! ¡Olas, romped con vuestra agua gozosa calmo techo que foques merodean!
Fuente: Valéry, P. (1999). El cementerio Marino. Traducción de Javier Sologuren. Argentina: El Alhep.
Bajo una pequeña estrella
Wislawa Szymborska
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad. Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco. Que no se enoje la felicidad por considerarla mía. Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria. Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo. Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero. Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa. Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo. Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué. Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana. Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces. Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua. Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula, inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre, absuélveme, aunque fueras un ave disecada. Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa. Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas. Verdad, no me prestes demasiada atención. Solemnidad, sé magnánima conmigo. Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola. No me acuses, alma, de poseerte pocas veces. Que me perdone todo por no poder estar en todas partes. Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas. Sé que mientras viva nada me justifica porque yo misma me lo impido. Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.
Fuente: Szymborska, W. (2002). Poesía no completa. México: FCE.
Son los dedos del zapatero
Teodosio García Ruiz
Son los dedos del zapatero que hilan el remiendo del universo sí con la espina de un robalo en vanguardia las tempestades y los nortes del Golfo de México se detienen Veamos se arremolinan se encaracolan se furian se enfrían se arrullan en relámpagos de entristecidos dioses en erosión En el mercado del pueblito que es mi pueblo el zapatero de nudosos dedos con una tela de mezclilla en las piernas hila el pellejo de un mamífero bebe como yo agua luminosa de naranja y vuelve como él a colocar tachuelas en los labios Por los lentes claros estereotipo de anciano que no es mira el cielo y el norte que vendrá no llueve hoy dice en voz alta como para sí nada más ventolera y arena y quizás algún rayo sobre embarcación pirata Escucho un dulce viento en los dedos del calzado con tibia armonía de los dedos corro a la playa y corro y corro y corro con la ternura de quién sabe qué en mis pies que por hoy no serán lastimados como a diario por la osamenta si así se dice de los cangrejos vivarachos que hace tiempo entregaron su alma al creador con sal y limón
Fuente: Teodosio García Ruiz. Bocetos del Golfo. Gobierno del Estado de Tabasco (2019).
Es verdad
Federico García Lorca
¡Ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero. ¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo y esta tristeza de hilo blanco, para hacer pañuelos? ¡Ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!
Fuente: Federico García Lorca. Canciones (1921-1924).
En lo alto
Eliseo Diego
Un pájaro en lo alto, en lo más fino del árbol alto, un tomeguín nervioso, breve, tan liviano como un soplo de luz, está cantando su propia levedad, la maravilla de su increíble ser -su pura vida minúscula, perfecta, iluminada.
Fuente: Eliseo Diego. Obra poética (México, 2003).
De puro calor tengo frío
César Vallejo
¡Al borde del fondo voy, cuñado Vicio! La oruga tañe su voz, y la voz tañe su oruga, ¡padre cuerpo mío! ¡Está de frente mi amor, nieta Paloma! De rodillas, mi terror y de cabeza, mi angustia, ¡madre alma mía! Hasta que un día sin dos, esposa Tumba, mi último hierro dé el son de una víbora que duerme, ¡padre cuerpo mío!...
Fuente:César Vallejo. Poemas humanos (1939).
Bestiarium
Dulce María Loinaz
Araña común (Tegernaria doméstica) La araña gris de tiempo y de distancia tiende su red al mar quieto del aire pescadora de moscas y tristezas cotidianas... Sabe que el amor tiene un sólo precio que se paga pronto o tarde: La Muerte. Y Amor y Muerte con sus hilos ata... Ciempiés (Scolopendra morsitans) ¿Qué hará el Ciempiés con tantos pies y tan poco camino? Cocuyo (Lempyris limbipennes) Cocuyo de las noches tropicales, doble esmeralda viva, lámpara sin aceite y sin fanal que nadie enciende ni la apaga el viento y que da paso siempre... ¡Paso en la noche! Abeja (Apis mellifica) Visión dinámica: Embriaguez de rosa, miel en tránsito y oro en grano vivo; hélices para el vuelo de algún sueño... Visión estática: Panal labrado, catedral gótica de cera. Mosquito (Aedes aegypti) Diminuto aeroplano en que viaja la Fiebre Amarilla.
Fuente: Dulce María Loinaz, Bestiarium (La Habana, 1991).
DIÁLOGO ENTRE CABEZA Y PIE
Cosme Aldana
Conversación que en la cama, entre un pie despedazado de un mosquetazo pasado, y la cabeza, su ama, pasó de golfo lanzado. Para decir la verdad, era el pie una mala pieza y no buena la cabeza. Lo que se sigue notad, que el antífona ya empieza. CABEZA. ¡Oh pie, que allá bajo estás! PIE. ¿Quién es que llama a los pies? CABEZA. Mi pie, tu cabeza es, que me tienes cual jamas, por malo que estás, estés. PIE. ¿Cómo ansí? Igual me tienes tú a mí, pues me llevaste a lugar que me hubiesen de arrancar los huesos con que nací. CABEZA. ¡Por Dios que es donoso el chiste! ¿Yo dices que te llevé? Pie, tú fuiste por tu pie. PIE. Sí, cabeza, mas tú diste de cabeza, y yo pagué. Mas agora, ¿de qué te quejas, señora? CABEZA. ¡Eso es bueno de sentir! Que no me dejas dormir del mes tan sola una hora. No me consientes, ni quieres, descanso, que a lo mejor revuelves como traidor y allá en los sesos me hieres con cuchillo de dolor. ¡Oh, si fuera que en mi poder estuviera darte más crüel castigo del que tienes, enemigo, sin duda que te lo diera! PIE. ¡Oh, galanamente y bien está mi mal remediado! Herido y despedazado, ¿y habré de quedar también, tras cornudo, apaleado? ¡Ved cuál es nuestro bien!, tan al revés que, desde que Adán pecó, jamás cabeza nació que bien tratase a los pies. Nosotros obedeciendo lo que ellas mandan en todo, por el agua y por el lodo pasando, andando y viniendo sin descansar de algún modo, porque asiste la carga que se resiste, no tan sola natural, mas también artificial que a los cuerpos arma y viste. Si en algún peligro está la cabeza, si le vernos, de presto la socorremos, mudándola acá y allá hasta que nos despeemos, sin temer lo que suele suceder entre caídas y abrojos, que casi temen los ojos la ofensa en sólo los ver. Pues, si manda la cabeza, sin que el pie diga de no, por sólo que obedeció, cuando ella cae o tropieza dicen que el pie tropezó, como cuando el mar sus olas alzando le imputan el movimiento, y no miran que es el viento que le impele y va mudando. CABEZA. ¡Ay Jesús, qué desvarío! ¡Ay dolor, que no me dejas ni de mí jamás te alejas! PIE. Pues ¡cómo! ¿El dolor es mío, y tú, cabeza, te quejas? Pocas vi, cabezas, no ser ansí, que, por mostrar que lo son, do tienen menos razón más muestran hacer de sí. CABEZA. Tiénesme cansada y, muerta con esa tu boca loca PIE. ¿Y cómo si tengo boca casi mayor que de puerta, lo demás a ti te toca? CABEZA. ¡Malcrïado! ¿Desa manera has hablado? PIE. ¡Por Dios, que es gentil crïar haber sin huesos de estar tras haberlos bien criado! CABEZA. De huesos yo creo que no quedarás, pie, tan sencillo. PIE. Muy mejor sabrás sentillo cuando, mudándome yo, darás tú de colodrillo. CABEZA. ¡Ay, qué excesos de dolores tan espesos! ¡No los puedo sufrir más! PIE. Esto a lo menos podrás saber: si me faltan huesos. CABEZA. Ya tanto hueso me tiene también a mí desosada, boquiagria y enfadada. PIE. De ser cabeza, te viene enfadarte de nonada. Importuno fue siempre el harto al ayuno, que, a ser yo de tu jaez, nunca valiera mi diez nueve menos que a ti uno [...]
Fuente: De Primera y segunda parte de las obras que se han podido hallar del capitán... Por Cosme Aldana, 1589.
Episodio en una biblioteca
Zbigniew Herbert
Una muchacha rubia está inclinada sobre un poema. Con un lápiz filoso como una lanza, ella transfiere las palabras a una hoja en blanco y las convierte en trazos, acentos, hemistiquios. El lamento de un poeta caído se ve ahora como una salamandra que es devorada por las hormigas. Cuando lo cargamos bajo el fuego de las ametralladoras, yo creí que su cuerpo, aún tibio, resucitaría en sus palabras. Y ahora, mientras observo la muerte de las palabras, sé que no hay límite para la decadencia. Todo lo que quedará de nosotros en esta tierra negra será sílabas dispersas. Acentos sobre la nada y el polvo.
Fuente: Poesía completa. Zbigniew Herbert. Lumen. 2016.
Soneto 126
Lope de Vega
Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso; no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor süave, olvidar el provecho, amar el daño; creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Fuente: Rimas humanas y rimas sacras. Lope de Vega. Fondo de Cultura Económica. Colección Fondo 2000. 1999.
Ítaca
C. P. Cavafis (Traducción de Ramón Irigoyen)
Cuando salgas de viaje para Ítaca, desea que el camino sea largo, colmado de aventuras, colmado de experiencias. A los lestrigones y a los cíclopes, al irascible Posidón no temas, pues nunca encuentros tales tendrás en tu camino, si tu pensamiento se mantiene alto, si una exquisita emoción te toca cuerpo y alma. A los lestrigones y a los cíclopes, al fiero Posidón no encontrarás, a no ser que los lleves ya en tu alma, a no ser que tu alma los ponga en pie ante ti. Desea que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas estivales en que -¡y con qué alegre placer!- entres en puertos que ves por vez primera. Detente en los mercados fenicios para adquirir sus bellas mercancías, madreperlas y nácares, ébanos y ámbares, y voluptuosos perfumes de todas las clases, todos los voluptuosos perfumes que te sean posibles. Y vete a muchas ciudades de Egipto y aprende, aprende de los sabios. Mantén siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Pero no tengas la menor prisa en tu viaje. Es mejor que dure muchos años y que viejo al fin arribes a la isla, rico por todas las ganancias de tu viaje, sin esperar que Ítaca te va a ofrecer riquezas. Ítaca te ha dado un viaje hermoso. Sin ella no te habrías puesto en marcha. Pero no tiene ya más que ofrecerte. Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado. Convertido en tan sabio, y con tanta experiencia, ya habrás comprendido el significado de las Ítacas.
Fuente: Poemas. C. P. Cavafis. Traducción y prólogo de Ramón Irigoyen. Seix Barral. 1992.
Indicaciones del barquero
Álvaro Solís
Debes remar sin prisa, la otra orilla te esperará de todas formas. Que no se cansen tus hombros, que nunca el remo encuentre impulso del abismo. Que tu cuerpo rompa los obstáculos que interpone el aire, que tu mirada logre, con la persistencia del suicida, penetrar la oscuridad del río que conduce hasta la muerte. Qué oscura es el agua del abismo. Qué clara te parecerá entonces la hora última.
Fuente: Cantalao. Álvaro Solís. Universidad de Guanajuato. Dirección General de Extensión. Coordinación Editorial. Biblioteca Universitaria. Serie Ex Libris número 8. Publicado en 2007.
Maldije a la lluvia…
Anónimo chino
Maldije a la lluvia que azotaba el techo y no me dejaba dormir. y al viento maldije que vino a robarme galas del jardín. Pero tú llegaste y alabé a la lluvia cuando te quitaste la empapada túnica y al viento di gracias porque con su soplo apagó la lámpara.
Fuente: Poema anónimo chino del siglo XVI. Versión que Liliana Bodoc compartíó con el público en varias de sus conferencias sobre la palabra, los libros y la escritura.
Giacomo casanova acepta el cargo de bibliotecario que le ofrece, en Bohemia, el conde de Waldstein
Antonio Colinas
Escuchadme, Señor, tengo los miembros tristes. Con la Revolución Francesa van muriendo mis escasos amigos. Miradme, he recorrid los países del mundo, las cárceles del mundo, los lechos, los jardines, los mares, los conventos, y he visto que no aceptan mi buena voluntad. Fui abad entre los muros de Roma y era hermoso ser soldado en las noches ardientes de Corfú. A veces he sonado un poco el violín y vos sabéis, Señor, cómo trema Venecia con la música y arden las islas y las cúpulas. Escuchadme, Señor, de Madrid a Moscú he viajado en vano, me persiguen los lobos del Santo Oficio, llevo un huracán de lenguas detrás de mi persona, de lenguas venenosas. Y yo sólo deseo salvar mi claridad, sonreír a la luz de cada nuevo día, mostrar mi firme horror a todo lo que muere. Señor, aquí me quedo en vuestra biblioteca, traduzco a Homero, escribo de mis días de entonces, sueño con los serrallos azules de Estambul.
Fuente: Material de lectura. Poesía Moderna 119. Antonio Colinas. Universidad Nacional Autónoma de México. Coordinación de Difusión Cultural-Dirección de Literatura. México. 2012.
Tu oficio, poeta
Gata Cattana
Tu oficio, poeta, no es almacenar palabras eruditas, rimbombantes, ornamentales. No es disponerlas en su orden yámbico, en perfecto soneto gongorino, ni siquiera clasificarlas burdamente en función de la terminación y la rima. Porque tú nunca fuiste matemático, poeta. Tú nunca fuiste geógrafo ni físico y no entiendes de distancias ni unidades de medida y no entiendes de lógica pura ni de leyes invictas. Porque tú nunca fuiste científico, poeta, y por eso mismo no entiendes de estadística ni de cuántica avanzada ni de biopolítica y no es tu oficio establecer las fórmulas del cosmos. No es tu oficio el análisis forense por más que te empeñes así como no lo es tampoco el psicoanálisis ni la neurociencia. Tu oficio, poeta, es esculpir utopías donde no puede haberlas. Acabar con la ley de la gravedad y juntar el cielo con la tierra, el bien con el mal, de la forma más humana y menos despreciable que te permita tu especie. Tu oficio, poeta, es dignificar la especie. Hacer que quepa la duda, decir: «Algunos eran buenos. Algunos no eran prescindibles». Que mañana, cuando hayan pasado los siglos se diga: «No todos fueron Judas. Los hubo Robin Hoodes y Don Quijotes, los hubo Baudelaires y Esproncedas, las hubo Antígonas, las hubo Safos, los hubo Valle Inclanes y Cañameros». Que de toda nuestra obra una parte se salve. Que merezca la pena el raciocinio. Que el conocimiento no sea una amenaza. Tu oficio, poeta, es dignificar la especie. Escoger las palabras que pondrías en tu lápida. Decir, por ejemplo: «No todos eran prescindibles». Merecerte la vida hasta tal punto, que tu muerte parezca una injusticia. Y dejarte ir, como si nada, como todos, (poetas o no) hacia la larga y aburrida eternidad.
Fuente: La escala de Mohs. Gata Cattana (Ana Isabel García Llorente, 1991-2017). Autoeditado en 2016, reeditado en 2017 por la editorial Arcesis y en 2019 por editorial Aguilar.
Oda a la tipografía
Pablo Neruda
Letras largas, severas,
verticales,
hechas
de línea
pura,
erguidas
como el mástil
del navío
en medio
de la página
llena
de confusión y turbulencia,
Bodonis
algebraicos,
letras
cabales,
finas
como lebreles,
sometidas
al rectángulo blanco
de la geometría,
vocales
elzeviras
acuñadas
en el menudo acero
del taller junto al agua,
en Flandes, en el norte
acanalado,
cifras
del ancla,
caracteres de Aldus,
firmes como
la estatura
marina
de Venecia
en cuyas aguas madres,
como vela
inclinada,
navega la cursiva
curvando el alfabeto:
el aire
de los descubridores
oceánicos
agachó
para siempre el perfil de la escritura.
Desde
las manos medioevales
avanzó hasta tus ojos
esta
N
este 8
doble
esta
J
esta
R
de rey y de rocío.
Allí
se trabajaron
como si fueran
dientes, uñas,
metálicos martillos
del idioma.
Golpearon cada letra,
la erigieron,
pequeña estatua negra
en la blancura,
pétalo
o pie estrellado
del pensamiento que tomaba forma
del caudaloso río
y que al mar de los pueblos navegaba
con todo
el alfabeto
iluminando
la desembocadura.
El corazón, los ojos
de los hombres
se llenaron de letras,
de mensajes,
de palabras,
y el viento pasajero
o permanente
levantó libros
locos
o sagrados.
Fuente: Nuevas odas elementales. Pablo Neruda. Editorial Losada. 1956.
Desea afratelarse y no le admiten
Lope de Vega
Muérome por llamar Juanilla a Juana,
ay son de tierno amor afectos vivos,
y la cruel, con ojos fugitivos,
hace papel de yegua galiciana.
Pues Juana, agora que eres flor temprana
admite los requiebros primitivos;
porque no vienen bien diminutivos
después que una persona se avellana.
Para advertir tu condición extraña,
más de alguna Juanaza de la villa
del engaño en que estás te desengaña.
Créeme, Juana y llámate Juanilla;
mira que la mejor parte de España,
pudiendo Casta, se llamó Castilla.
Fuente: Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, Edición de Juan Manuel Rozas y Jesús Cañas Murillo. Clásicos Castalia, 2004.
Del poema frustrado
José Gorostiza
IV
¡Agua, no huyas de la sed, detente!
Detente, oh claro insomnio, en la llanura
de este sueño sin párpados que apura
el idioma febril de la corriente.
No el tierno simulacro que te miente,
entre rumores, viva; no madura,
ama la sed esa tensión de hondura
con que saltó tu flecha de la fuente.
Detén, agua, tu prisa, porque en tanto
te ciegue el ojo y te estrangule el canto,
dictar debieras a la muerte zonas;
que por tu propia muerte concebida,
sólo me das la piel endurecida
¡oh movimiento, sierpe! que abandonas.
Fuente: Poesía. José Gorostiza, Letras mexicanas. FCE, 1964.
Sobre la inconstancia
Francisco de Rioja
Claro y tranquilo el mar me conducía
a que surcara su profundo seno,
y apena entré, cuando el calor sereno
huyó de Bóreas con la saña fría.
Crespos montes de humor al cielo vía
subir, y el mar, de oscura sombra lleno,
cambiar varios semblantes, y el terreno
asiento entre las olas parecía.
Entonces, ¡ay, oh mezquino! un mortal hielo
me cubría, y el hueco leño roto
luchaba con las aguas fatigado.
En tanto afán, con voz ya incierta al cielo
moví a piedad; libróme, e hice voto
de fiar nunca en ponto sosegado.
Fuente: Primavera y flor de la literatura hispánica. Dámaso Alonso, Eullia Galvarriato de Alonso y Luis Rosales. Selecciones del Reader's Digets, tomo segundo, Madrid 1966.
Ser un inútil anhelar
Juan de Tasis, Conde de Villamediana
Debe tan poco al tiempo el que ha nacido
en la estéril región de nuestros años,
que premiada la culpa y los engaños,
el mérito se encoge escarnecido.
Ser un inútil anhelar perdido
y natural remedio a los extraños,
avisar las ofensas con los daños,
y haber de agradecer el ofendido.
Máquinas de ambición, aplausos de ira
donde sólo es verdad el justo miedo
del que percibe el daño y se retira.
Violenta adulación, mañoso enredo,
en fe violada han puesto a la mentira
fuerza de ley, y sombra de denuedo.
Fuente: Primavera y flor de la literatura hispánica. Dámaso Alonso, Eullia Galvarriato de Alonso y Luis Rosales. Selecciones del Reader's Digets, tomo segundo, Madrid 1966.
Peligros de hablar y de callar, y lenguajes en el silencio
Francisco de Quevedo
¿Cómo es tan largo en mí, dolor tan fuerte,
Lisis? Si hablo y digo el mal que siento,
¿qué disculpa tendrá mi atrevimiento?
Si callo, ¿quién podrá excusar mi muerte?
Pues, ¿cómo sin hablarte podrá verte
mi vista y mi semblante macilento?
Voz tiene en el silencio el sentimiento:
mucho dicen las lágrimas que vierte.
Bien entiende la llama quien la enciende;
y quien los causa, entiende los enojos;
y quien manda silencios, los entiende.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
también la boca a razonar aprende,
como con llanto y sin hablar los ojos.
Fuente: Primavera y flor de la literatura hispánica. Dámaso Alonso, Eullia Galvarriato de Alonso y Luis Rosales. Selecciones del Reader's Digets, tomo segundo, Madrid 1966.
Las almas son eternas, son iguales
Francisco de Medrano
Las almas son eternas, son iguales,
son libres, son espíritus, María:
si en ellas hay amor, con la porfía
de los estorbos crece, y de los males.
Nacimos en fortuna desiguales,
no en gustos; la violencia nos desvía;
el tiempo corre lento, y deja el día
de sí hasta en los mármoles señales.
Mas tú ni a tiempo alguno ni a violencia,
ni a aquello desigual de la fortuna,
ni temas a la más prolija ausencia;
Que si a nuestras dos almas son a una,
¿en quién, si ya no en Dios, habrá potencia
que las gaste o las fuerce o las desuna?
Fuente: Primavera y flor de la literatura hispánica. Dámaso Alonso, Eullia Galvarriato de Alonso y Luis Rosales. Selecciones del Reader's Digets, tomo segundo, Madrid 1966.
De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado
Luis de Góngora y Argote
Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando en el desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.
Repetido latir, si no vecino,
distincto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.
Salió el sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.
Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña,
que morir de la suerte que yo muero.
Fuente: Obras completas. Luis de Góngora y Argote. Aguilar Madrid, 1951.
Soneto X
Garcilaso de la Vega
¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas!
¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llévame junto el mal que me dejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
Fuente: Poesías completas. Garcilaso de la Vega. Aguilar Editor. Edición mexicana. 1976.
Quéjase de la suerte
Sor Juana Inés de la Cruz
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
La calle
Octavio Paz
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
El otoño recorre las islas
José Carlos Becerra
A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,
mis manos contienen la lejanía de las tuyas
y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti.
A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías,
a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos,
mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la noche.
A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que una mancha de aceite en el agua,
y es la hora de encender ciertas luces
y caminar por la casa evitando el estallido de ciertos rincones.
En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas,
en tu pecho hubo tardes que al final del verano
todavía miré encenderse.
Y éstas son aún mis reuniones contigo,
el deshielo que en la noche
deshace tu máscara y la pierde.
La gota
José Emilio Pacheco
La gota es un modelo de concisión:
todo el universo
encerrado en un punto de agua.
La gota representa el diluvio y la sed.
Es el vasto Amazonas y el gran Océano.
La gota estuvo allí en el principio del mundo.
Es el espejo, el abismo,
la casa de la vida y la fluidez de la muerte.
Para abreviar, la gota está poblada de seres
que se combaten, se exterminan, se acoplan.
No pueden salir de ella,
gritan en vano.
Preguntan como todos:
¿de qué se trata,
hasta cuándo,
qué mal hicimos
para estar prisioneros de nuestra gota?
Y nadie escucha.
Sombra y silencio en torno de la gota,
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.
Sonetos bajo el signo de la cruz
Carlos Pellicer
Alcé los brazos y la cruz humana
que fue mi cuerpo así, cielos y tierra
en su sangre alojó. Su paz, su guerra,
su nube palomar, su piedra arcana.
¡Cómo sentí en mis brazos la campana
del aire azul! Y el pie que desentierra
su pisada en la tierra que lo encierra.
Del corazón salía la mañana.
Y cuerpo en cruz, el corazón abierto
–pájaros de diamante en aire vivo–
brotó y el aire fue el más claro huerto.
De aquella libertad quedé cautivo.
Bebiéndome la sed planté el desierto
y del sol en el cielo fui nativo.
* * *
Una vez, una noche en Palestina,
el cielo cintiló y alcé el oído
y abrí los brazos y oculté al olvido
la nube de su pálida cortina.
¡Jesús, Tú que eres Dios!, dije y divina
la sangre derramó su vaso herido
sobre la mesa festival crecido
como rosa alcanzada por su espina.
Aquella noche llena de luceros
oí mi voz por vez primera –aleros
de la primera voz–. Y el alma cupo
en el paisaje inmenso. Poesía,
mira, calla, ven, ve, vuelve a tu grupo
y escucha la perfecta melodía.
* * *
Cuando tenga en mi voz el agua clara
de ser con los demás como conmigo,
del agua montañosa seré amigo
junto al hermoso mar que se acitara.
Cítara el huracán tendrá por cara
y azul la mano de rozar el trigo.
Toda criatura me dirá: “contigo”,
cuando en el agua escuche mi voz clara.
¡Si yo pudiera levantar los brazos
y abrirlos como en fruto bien maduro
hace el árbol al sol! A tus hachazos, oh vida, mucha rama está cayendo.
Tal vez queden las dos que el tronco oscuro
entre sombras y estrellas va pidiendo
Apelación al solitario
Rosario Castellanos
Es necesario, a veces, encontrar compañía.
Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.
¿Cómo podrás estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?
Poema de los dones
Jorge Luis Borges
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.